Ayer mismo llegué de pasar siete días en Asturias. Toda una semana de disfrute en ese auténtico paraíso natural (dándole totalmente la razón a su conocido emblema turístico), tanto por su espectacular paisaje como por su gran atractivo histórico-cultural.
Cualquier lugar de los que he visitado tiene un encanto especial y no puedo decir con cual de ellos me quedo, pues todo lo que he visto de Asturias me ha fascinado.
Visité Ribadesella, dónde sorprenden las casas de aquellos indianos que, después de volver de hacer las américas, quisieron plasmar todas sus riquezas en conseguir la vivienda más bella y llamativa, dando lugar a una peculiar combinación de colores atrevidos. Y su puente, que marca la línea de llegada del Descenso Internacional del Sella, gran celebración local, que coincide con el primer sábado de agosto después del día 2, y en la que participan piragüistas de todo el mundo.
También Villaviciosa, en la comarca de la sidra, pueblo muy elegante en el cual se asienta un abundante patrimonio histórico y donde probé por primera vez un buenísimo y típico bollo preñao con chorizo.
Luarca, conocida como la Villa Blanca de la Costa Verde, es un precioso pueblo pesquero donde nació Severo Ochoa, Premio Nobel en 1959 por el descubrimiento del ARN presente en la célula. Este ilustre luarqués está enterrado en un cuidado cementerio al lado del faro y de la ermita de La Atalaya, desde donde se contemplan unas bonitas vistas al mar. Una auténtica maravilla.
No muy lejos está Cudillero, pueblecito encantador con su puerto típico pesquero y sus casas colgadas de la montaña todas de distintos colores, en el que comí un delicioso arroz de berberechos en uno de los restaurantes de la plaza que da la bienvenida a todo aquel que llega.
De La Montaña de Covadonga (el primer Parque Nacional español) o, lo que es lo mismo desde 1995, Los Picos de Europa, seguro que me quedo corta. Es algo extraordinario. Tuve la suerte de poder subir más allá del santuario, ya que ese día no había niebla y pude contemplar ese espectacular paraje natural. Sus dos lagos de origen glaciar, sus pastizales con alguna cabaña de pastores, sus sensacionales vistas,... Sin palabras.
No quiero olvidarme de la zona más industrial, las Cuencas Mineras, por su importancia en la transformación económica y social no sólo de Asturias sino también de España. Visité el Museo de la Minería y la Industria, en El Entrego, donde pude acceder a una mina imagen a escala natural y con enseres reales. Se me pusieron los pelos de punta y es que parece mentira cómo podían trabajar en esas condiciones (y siguen trabajando, por supuesto, con mejoras pero supongo que igual de duro). Accedes a la simulación de mina a través de una "jaula" (ascensor en argot minero) descendiendo a unos 500 metros de profundidad y, una vez en ella, se puede ver todos los sistemas de arranque, extracción y transporte del carbón, todo ello con ruidos que se asemejan a los de una mina real. Vamos, que si padeces claustrofobia, no lo aconsejo.
Y qué decir de Oviedo, Gijón y Avilés. De la primera, capital de Asturias, Woody Allen dijo que ésta era una ciudad de cuento y qué bien la definió. Es una ciudad limpia (no sólo lo digo yo sino sus distintos galardones como el de "La escoba de oro"), con mucho encanto y muy tranquila para pasear puesto que tiene un alto porcentaje de calles peatonales. De la segunda, Gijón, me quedo con sus playas, su casco antiguo y la amabilidad de su gente. Y de la tercera, Avilés, con sus edificios, palacios, calles, pórtico e iglesias, con mucho atractivo.
Para no alargarme más, sólo decir que, a parte de todo lo mencionado, de esta bonita tierra, también he aprendido cosas como qué es un asturcón (caballo originario de Asturias), un carbayón (roble, pastel y gentilicio coloquial de Oviedo), un hórreo (granero) y que sino quieres perder a tu marido o a tu mujer, mejor será que no le dés infusiones de tejo (árbol longevo que es venenoso).
Asturias, todo un gusto en conocerla.
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