Si el Gobierno quiere ingresar 8.000 millones de euros más –es decir, unos 77.000 millones–, el grueso del ajuste deberá repercutir en el IVA, que es el que más aporta. De mantenerse el nivel de consumo actual (lo cual es dudoso, ya que el Ejecutivo también prevé una rebaja de salarios, con lo que las familias tendrán menor renta disponible para gastar), una subida del IVA al 20% aportaría 5.300 millones de euros más (los otros 2.700 millones habría que sacarlos de los impuestos especiales, que deberían subir un 15%).
Si el alza del IVA fuese hasta el 21%, la recaudación aumentaría en 7.950 millones, lo que dejaría un margen de sólo 50 millones para los especiales. En este escenario, y descontando un menor consumo de las familias, es previsible que el Ejecutivo elevará el gravamen hasta la parte alta de la horquilla, lo que nos situaría en una situación idéntica a la de Irlanda, Bélgica y Lituania y en la parte media de la UE.