03 junio 2012

Asa Philip Randolph, librepensador.

El movimiento del siglo XX por los derechos civiles a menudo se identifica con el cristianismo, que es casi por sí solo debido a la influencia del Rev. Dr. Martin Luther King Jr. Sin embargo, los humanistas seculares jugaron casi un papel más importante. Uno de ellos fue Asa Philip Randolph, un organizador del trabajo pionero cuya carrera abarcó el siglo XX y que fue un de los pioneros de la estrategia de desobediencia civil no violenta.
Randolph entró en el movimiento de derechos civiles por medio del movimiento obrero, comenzando por la organización de los trabajadores del ferrocarril, principalmente negros. Sin embargo, pronto puso sus miras más altas, especialmente en lo que el país se vio envuelta en la Segunda Guerra Mundial y la industria de la defensa estaba en auge. Él tomó el liderazgo en la organización de derechos civiles marchas que convenció a Roosevelt y Truman presidentes para emitir órdenes ejecutivas acabar con la segregación de los contratistas de defensa y las fuerzas armadas. Desempeñó como vicepresidente de la AFL-CIO y ayudó a organizar la Marcha sobre Washington por el Trabajo y la Libertad, donde King pronunció su "I Have a Dream". Además de todo esto, Randolph era un librepensador de toda la vida. Fue el fundador de una revista literaria, El Mensajero, cuya cabecera declaró que "La oración no es uno de nuestros recursos ... Nosotros consideramos la oración nada más que como un deseo ferviente." También fue uno de los firmantes del Manifiesto Humanista en 1970.

Rajoy en el laberinto

Según la opinión de Antonio Miguel Carmona del Diario Progresista, Rajoy sabe que no lo está haciendo nada bien. Que a su alrededor no le dice nadie la verdad porque, cierto, cada uno interpreta los hechos y las soluciones de manera distinta. No sigue un plan premeditado, ni un cuaderno de bitácora, sino que lleva al país al borde del precipicio y está a punto de dar un paso hacia delante.
Con una mayoría absoluta y al comienzo de su mandato, todo hacía presagiar que tomaría firmemente el timón y nos devolvería al puerto al que nos llevó Aznar, al de un país conservador, reaccionario y receloso de sí mismo. Pero ni eso, vamos a la deriva, al lugar de nunca jamás. Sorprendentemente Guindos le ha llevado a la mayor crisis financiera que ha tenido este país desde el pánico de 1907, haciendo una reforma en febrero de primero de Económicas, y, luego, pasándose de frenada en la segunda, obligando a dotar el 45% de los activos inmobiliarios de los bancos, declarando al mercado a voz en grito que los activos sanos son entonces tóxicos. Qué horror. Para mayor abundamiento la gestión de Bankia desde Blesa-Aznar hasta Rato-Rajoy, con la administración tutelante, Esperanza Aguirre, de responsable, ha sido patética hasta sus últimas consecuencias. Comprar presuntamente un banco en Florida (Citibank) al doble de su valor, desarrollar excéntricas operaciones inmobiliarias en México o mobiliarias en Rumanía, comprar una cuarta parte de Iberia o prestarle de forma fallida 1.000 millones de euros a Martinsa, desestabilizar el consejo de administración (Aguirre) y no decir la verdad con las cuentas de la entidad (Rato). La solución a Bankia, dicen, pasa por inyectar 22.000 millones de euros, el 2% del PIB, para probablemente revenderla. Con la airada carta de Rato contra Rajoy, contra Guindos, contra todos, como testigo. Contra sí mismo por haber sobrevalorado activos inmobiliarios en 3.500 millones de euros o por haber anotado una cuenta de Crédito Fiscal futuro para engordar aún más el activo en 2.500 millones de euros y disimular los desperfectos. Y los mercados... estupefactos. Mariano en el laberinto sólo escucha voces a su alrededor. Titubea una parte de la izquierda, pero, ay, no lo hacen organismos internacionales que ponen a escurrir al Consejo de Ministros. Draghi (BCE) dice que el Gobierno "lo ha hecho de la peor manera posible" (ni más, ni menos), la Comisión nos recrimina con crueldad, los mercados llevan al bono a diez años al 6,7%. Mientras, Báñez, afortunadamente, se le entiende lo que dice igual que antes, como ahora que permanece callada tras la enorme metedura de pata de reforma laboral. Wert y Gallardón toman la bandera de la parte más reaccionaria del gabinete, y Mariano, quien verdaderamente sólo da pena en Bruselas, en Francfurt, en Estrasburgo y en Washington, no sabe a qué atenerse. Montoro le dice todo lo contrario, critica los errores de Guindos, y éste, le muestra el informe de la Comisión y del FMI en el que a su vez se critica el Presupuesto General de Estado y se adelanta que con estas cuentas España entrará en una profunda depresión. Menos mal que Mariano, en su laberinto, tampoco habla inglés. Que nadie le ha traducido el último Boletín Mensual del BCE en el que se critica la política económica de su gabinete y le augura una recesión de diez años como la de Japón. Lo dicho, Rajoy en su laberinto, nos lleva al borde del precipicio y pretende dar un paso hacia delante.