El PP vuelve a la ciénaga y señala a Zapatero como “el señor X” del caso Faisán
La derecha ha vuelto a la ciénaga respecto a la lucha antiterrorista. Muy mal debe de estar, por tanto, Mariano Rajoy –a pesar de la encuesta de ayer de El Mundo, periódico que en el fondo está siempre, más o menos maquillado, al servicio de la derechona-, cuando recurre una vez más a practicar política de cloaca. El PP no ha excluido ocasión alguna, desde la transición acá, para politizar en favor suyo –pro domo sua- la batalla contra ETA.
Y cuando quienes atacaron brutalmente -el 11-M de 2004- fueron los terroristas vinculados, de un modo u otro, con Al Qaida, no se les ocurrió a José María Aznar y a su guardia pretoriana otra vía de engaño a la opinión pública española que inventarse la autoría de ETA. Es lamentable, pero en no pocas oportunidades da la impresión que el PP no sabe sobrevivir políticamente sin el auxilio de ETA.
Historia de muy lejos
La historia viene de muy lejos. Por ejemplo, hubo una época, hacia 1985/86, en la que ETA acostumbraba, con suma crueldad, a asesinar -en la capital de España, en Madrid- a militares, muchos de ellos de alta graduación. Desgraciadamente, lo hicieron los matarifes de la banda terrorista durante meses, con una frecuencia inquietante, y con el estremecedor trasfondo del 23-F, detrás.
“En nueve meses”
Pues bien, cada vez que se producía un atentado mortal contra oficiales y generales del Ejército, Manuel Fraga Iribarne, fundador y líder máximo de Alianza Popular (AP), el principal partido de la oposición a Felipe González, declaraba sin tapujos: “Si yo fuera ministro de la Gobernación, acabaría con ETA en nueve meses”. Paradójicamente, Fraga Iribarne ya había sido –exactamente a lo largo de nueve meses- ministro de la Gobernación [Ministerio que más tarde pasó a denominarse de Interior], en el primer Ejecutivo, tras la muerte de Franco, que presidía Carlos Arias Navarro.
Cantó Anson
Años después, Aznar –sucesor de Fraga Iribarne, nombrado a dedo por Fraga Iribarne-, montó la de Dios es Cristo a cuenta de los GAL y convirtió este asunto en una plataforma siniestra para lograr su acceso a la Moncloa. Contó con numerosas complicidades, algunas de carácter judicial, y otras, periodísticas, teledirigidas éstas por Pedro J. Ramírez, como cantó en la revista Tiempo, pasado un tiempo, el mismísimo Luis María Anson, quien ejerció también, y con gran intensidad, de conspirador contra González.
Lo único que interesaba
El caso GAL, más allá de cualquier otra consideración, sólo sirvió para desacreditar al Gobierno González. Eso era lo único que interesaba al PP, metido hasta el cuello en el fango con tal de obtener réditos electorales gracias a los GAL. Procuró Aznar sacar el mayor provecho posible, en términos partidarios, de la guerra sucia contra ETA. Sin embargo, se vetó y se impidió –por parte de los referidos periodistas, por parte de jueces y fiscales y por parte de los populares- que se investigara en paralelo los precedentes de los GAL. O sea, el Batallón Vasco-Español, la Triple A y otras organizaciones especialidades en guerras sucias, bajo la sombra directa o indirecta de Gobiernos anteriores.
Tenebrosa lista
Podríamos añadir además, en la tenebrosa lista de acciones llevadas a cabo por los genoveses con el fin de sacar tajada del combate contra los terroristas, el escandaloso comportamiento de Mariano Rajoy y sus camaradas –políticos, mediáticos y religiosos- en relación al proceso de paz y diálogo con ETA, impulsado por el actual presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero en su primera legislatura. Todo aquello es tan reciente que no resulta difícil recordarlo.
Aves corroñeras
Fue una exhibición indecente, desde todos los aspectos, de cómo una cuestión claramente de Estado -cual es la batalla contra los independentistas violentos y, a menudo, criminales- era vulnerada, violada y machacada desde los escaños del PP y desde las tribunas mediáticas transformadas en aves carroñeras. Equiparar -como se hizo reiteradamente- al presidente Zapatero con los asesinos etarras no fue una ocurrencia marginal, sino una consigna vomitiva.
El caso Feisán
Ahora, en efecto, el PP de Rajoy vuelve a la ciénaga. El muy activo vicesecretario de Comunicación popular, Esteban González Pons, ha acusado a Zapatero de ser “el señor X” del caso Faisán. O sea, que los genoveses quieren recuperar, a estas alturas, la demagógica parafernalia de los GAl para derribar a Zapatero. Llevan dándole muchas vueltas a un chivatazo que pudo impedir, a sabiendas del ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, y probablemente de Zapatero, la detención de uno o más etarras o cómplices de los etarras.
¡Menudo escándalo!
Se rasgan las vestiduras El Mundo, ABC, La Gaceta y el resto de comparsas radiofónicos, televisivos, de prensa escrita tradicional o digital. ¡Menudo escándalo! ¡He aquí la prueba del nueve de que Zapatero y sus ministros protegían a los etarras! Pretender trasformar una acción concreta, que además está por probar, orientada a buscar el fin de la violencia en Euskadi, en un delito de lesa patria, o poco menos, sólo ratifica la villanía de una derecha que sólo sabe ganar destruyendo y no creando nada positivo y sensato. Y todo ello desde Fraga hasta Rajoy, sin olvidar Aznar, el apologista de la guerra sucia, asquerosa y repugnante de Irak, donde se sigue a día de hoy matando a mansalva.
Enric Sopena es director de El Plural