Fragmento del escrito de un amigo estudioso cervantista, de la Puebla de Almoradiel, donde describe las andanzas de Don Quijote por Los Hinojosos.
"Continúan nuestros viajeros hacia Zaragoza, sin duda alguna, por el antiguo y muy derecho camino de El Toboso a Villanueva de Alcardete, para seguir, desde este pueblo, por la Vereda Real de Soria cuando se encuentran con la carreta de las Cortes Orden a de la Muerte, «... una carreta que salió a través del camino, ...», y, uno de los ocupantes de ésta, el Diablo, dice a Don Quijote: «... hemos hecho, en un lugar que está detrás de aquella loma, esta mañana, que es la octava del Corpus, el auto de Las Cortes de la Muerte, y hemosle de hacer esta tarde en aquel lugar que desde aquí se parece; ... ».
Yendo por el citado camino hacia Villanueva de Alcardete, se cruza, a 10 kilómetros de El Toboso, el también antiguo, Camino de Quintanar a Los Hinojosos, que, coincidiendo exactamente con lo descrito por Cervantes, tiene, al Oste del punto de cruce en que se encontraron Don Quijote y Sancho con la carreta, la loma en la que está, como punto más alto,el Amirón de 884 metros de altitud, y al Oeste, Quintanar de la Orden, a 10 kilómetros de distancia, que es el «lugar que desde aquí se parece». Quien quiera ver el sitio justo de la aventura de la Carreta de la Muerte, puede darse un paseo en coche, de 128 kilómeros desde Madrid, y encontrará en el kilómetro 10,400 de la carretera de Quintanar de la Orden a Los Hinojosos, el punto donde ocurrió la citada aventura, y comprobará, una vez más, cómo Cervantes se ajusta a la realidad topográfica del terreno que describe.
Sigo con la ruta, y no quiero extenderme en excesivos detalles, por lo que remito al lector a las hojas 660 y 688 del Instituto Geográfico y Catastral, para que aprecie en ellas, por ser demasiado incómodo apreciarlo directamente sobre el terreno, con qué lógica obró el bachiller Sansón Carrasco, sabedor de las intenciones de Don Quijote, al esperar a éste, al lado del río Gigüela, «... debajo de unos altos y sombrosos árboles ... », por donde había de pasar el héroe, con Sancho, camino de Zaragoza, para darle batalla, vencerle y obligarle a volver a su pueblo.
Cuando los protagonistas de nuestra historia parten de El Toboso, marchan hacia el norte, pues dice Cervantes: «.... volvieron a subir en sus bestias, y siguieron el camino de Zaragoza, ...», y esta ciudad está al norte e El Tobolo. En el capítulo XIV de la parte segunda, Cervantes vuelve a decir después de la batalla con el Caballero del Bosque: «.... Don Quijote y Sancho volvieron a proseguir su camino de Zaragoza, ...» y, en el capítulo XV de esta misma segunda parte dice del bachiller Sansón Carrasco y de Tomé Cecial: «... y, así, siguieron el mismo viaje que llevaba Don Quijote y llegaron casi a hallarse en la aventura del Carro de la Muerte, ...». Es lógico y natural que el bachiller y Tomé Cecial pensaran en encontrarse con Don Quijote lo más cerca posible de su pueblo, y, sabedores de que éste se dirige a las Justas en Zaragoza, fueron a esperarle al camino de El Toboso a Villanueva de Alcardete, por el que había de pasar, en el punto de cruce de este camino con el de Los Hinojosos, donde ocurre la aventura de la Carreta de la Muerte, a la que casi llegan, y «siguieron el mismo viaje que llevaba Don Quijote» hasta llegar al río Cigüela, donde le encuentran. Lo que dice el texto cervantino responde, justamente, a la realidad topográfico del terreno. Siguen hacia Zaragoza Don Quijote y Sancho, por el camino de Horcajo de Santiago a Villanueva de Alcardete y, a 7 kilómetros del río Gigüela, desembocan en la tan repetida Vereda Real de Soria. En ésta los alcanza (porque su caminar es lento, como se deduce del relato), Don Diego de Miranda, y siguen con él hasta su casa. Mientras caminan juntos, el del Verde Gabán, dice a Don Quijote: «Yo, señor Caballero de la Triste Figura, soy un hidalgo natural de un lugar donde iremos a comer hoy, si Dios fuere servido», y, un poco más adelante: «..mis ejercicios son el de la caza y pesca; ... ».
Desde el cruce del río Gigüela, donde pasan la noche y ocurre la aventura del Caballero de los Espejos, hasta Pozorrubio, hay unos 17 kilómetros, por los caminos de entonces, que, naturalmente, son los seguidos por nuestros viajeros, y esta distancia corresponde a media jornada de Rocinante y del rucio, así a la hora de comer, deberían llegar a este pueblo, por lo que puede ser por esta razón, el de Don Diego Miranda. También puede serio porque hay pesca, pues me dicen los ancianos de la localidad que se pescan lucios, barbos, carpas y otros peces. No sé si estas especies se darían antes,' pero sí los otros peces. El río pasa a kilómetro y medio del pueblo, y a 3 kilómetros agua arriba del punto más próximo, hay un lugar llamado Torrelengua, que dista 4 kilómetros de su centro urbano, en el que existen, probablemente de origen árabe, pequeñas represas o azudes, que me parece exagerado llamar embalses por sus pequeñez, en los que hay agua y peces todo el año, hasta en el máximo estiaje, en que puede decirse que se seca el cauce".
Aquí hay otro enlace de Don Quijote el el que se habla de Los Hinojosos
A LA VISTA DEL ESCRITO ANTERIOR, QUEDA CLARO QUE SI "PASÓ" DON QUIJOTE POR LOS HINOJOSOS.
Colaboración de Cesáreo Fraile Izquierdo.
30 abril 2008
Inconcebible incesto
El «monstruo austriaco» confiesa El ingeniero de 73 años es el padre de los siete niños que su hija Elisabeth tuvo en su cautiverio.
Quemó a un bebé que murió al nacer y tres de los vástagos no vieron la luz hasta su liberación.
Josef Fritzl, un austriaco de 73 años que mantuvo encerrada a su hija Elisabeth durante 24 años en un calabozo subterráneo en el jardín de su vivienda, ha confesado haberla violado sistemáticamente y ser el padre de los siete hijos que la joven, que ahora tiene 42 años, dio a luz durante su cautiverio. Fritzl, que contó a su mujer que su hija había huido con una secta religiosa, llegó a deshacerse de un bebé que nació muerto quemándolo en la caldera de la calefacción de su casa. Tres de los hijos nacidos del incesto (entre los 10 y los 15 años) fueron integrados en la casa familiar por Fritzl como nietos, mientras que los otros tres (de 5, 18 y 19 años) permanecieron toda su vida bajo tierra hasta su liberación.
Amstetten (Austria)
Un día después de conocerse el escalofriante caso de incesto y encierro durante 24 años en la ciudad austriaca de Amstetten, las autoridades locales dieron ayer el caso por esclarecido, con la confesión del acusado, Josef Fritzl, un ingeniero jubilado de 73 años.
Las autoridades informaron de que el ingeniero confesó haber encerrado en un calabozo subterráneo a su hija Elisabeth, que ahora tiene 42 años, de haberla golpeado y violado sistemáticamente y de ser el padre de siete hijos nacidos de esa relación.
El responsable de la seguridad pública de Baja Austria, Franz Prucher, aseguró que con la confesión «este caso está resuelto» y agregó que se trata de uno de los más graves en la historia criminal de la República alpina, «que supera todo lo conocido hasta ahora».
Según la confesión del acusado, uno de los bebés, que murió en 1996 poco después de nacer, fue quemado por Fritzl en la caldera de la calefacción de la casa, dijo ayer ante la prensa Franz Polzer, jefe de la Policía del estado federado de Baja Austria.
La versión que Fritzl sostuvo ante su esposa y el resto de la familia fue que Elisabeth desapareció para adherirse a una secta en un lugar desconocido, donde habría tenido varios hijos, algunos de los cuales los dejó delante de la puerta de la casa de sus padres.
Josef Fritzl y su esposa Rosemarie, de 69 años, también tuvieron siete hijos en su matrimonio, incluyendo Elisabeth, quien fue objeto de los abusos sexuales de su padre desde que tenía 11 años.
Los detalles dados a conocer ayer dibujan un escenario dantesco de la vida subterránea de la joven mujer, que dio a luz seis veces en condiciones infrahumanas y sin atención médica alguna.
El calabozo tenía apenas unos 60 metros cuadrados, con cuatro habitaciones de techos de apenas 1,7 metros de altura, en donde Fritzl instaló un baño, una ducha y también un televisor, lo que permitió a sus moradores cierto contacto con el mundo exterior.
La macabra historia salió a la luz cuando la mayor de los hijos encerrados, Kerstin, de 19 años, tuvo que ser hospitalizada por sufrir una grave enfermedad, que los médicos atribuyen a una degeneración genética típica de un incesto.
Tras ser internada en un hospital local, Fritzl liberó a los otros dos hijos que todavía permanecían encerrados y le explicó a su mujer que Elisabeth, la hija desaparecida, había vuelto finalmente y que esos hijos eran producto de sus relaciones mantenidas en una secta.
Según informó el médico responsable del caso, Albert Reiter, la joven se encuentra en un estado «muy grave», en un coma inducido, y «sólo Dios sabe» si podrá sobrevivir. Las autoridades se negaron a explicar cuál es el estado psíquico de los encerrados.
En el entorno de la casa de la familia en Amstetten, una ciudad de unos 23.000 habitantes, a 130 kilómetros al oeste de Viena, los vecinos se mostraron sorprendidos e incrédulos por lo sucedido en este barrio de clase media. «Siempre supimos que la hija estaba en una secta y que dejaba a sus hijos con sus padres, lo que a mucha gente le pareció admirable por parte de los abuelos», reconoció una vecina. Otro vecino dijo que el sospechoso era un hombre «normal y corriente, siempre amable y en buen estado físico».
El caso ha causado un gran revuelo mediático, con periodistas llegados a Amstetten de todo el mundo para informar sobre este suceso, que se produce a menos de dos años después de la liberación de Natascha Kampusch, otra joven austriaca que estuvo encerrada por su captor durante ocho años en un sótano cerca de Viena.
La propia Kampusch, que se convirtió en Austria en un personaje público, anunció ayer su intención de ayudar a las víctimas. «Tuve este deseo espontáneamente», dijo Kampusch.
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