El pueblo llano se ha levantado sorprendido ante la intensa nevada que viene padeciendo la Región desde primeras horas de la madrugada.
En el centro de España reina el descontrol y las masas, desorientadas y confusas ante el panorama de un Madrid cubierto de blanco, se han visto envueltas en un colapso general en toda la Comunidad.
Ante tal alarmante situación, la Señora Botella, delegada del Área de Medio Ambiente del Ayuntamiento madrileño, se ha apresurado a convocar un Gabinete de Crisis urgente con el fin de hallar lo más pronto posible la respuesta que explique el porqué de tal desastre climático.
El Gabinete de expertos, entre los que cabe al ilustre primo de Rajoy, no ha tardado en hallar el principal motivo de la increíble nevada que ha paralizado la vida madrileña, y así ha resumido Doña Ana Botella el detallado informe realizado a los medios:
"Es invierno, y en invierno nieva".
Profundas, inteligentes, precisas y apropiadas palabras, para una dura realidad.
Pongamos los vasos para brindar con la delegada Madrileña, del Area de Medio Ambiente.
09 enero 2009
JOSÉ ROSAS MORENO - POETA MEXICANO
JOSÉ ROSAS MORENO
(1838-1883)
Nació en Lagos de Moreno, estado de Jalisco, Cursó
sus estudios primarios en León, Guanajuato, e ingresó
en el colegio de San Gregorio de la ciudad de México.
Abrazó la causa liberal y fue perseguido por sus
opiniones. Después de la restauración republicana
figuró en varios períodos como diputado al Congreso
General. Fundó varios periódicos y desempeñó modestos
puestos públicos. Poeta de tono menor, su lírica
contiene dulzura y apacibilidad, nostalgia y suave
melancolía. Escribió también teatro infantil,
historias de México en verso y libros de lectura
para niñas y para niños. Una buena colección de sus
poemas se publicó en 1891 con el título de "Ramo de
violetas" con prólogo de Altamirano.
"La vuelta a la aldea" es uno de los últimos textos
plenamente románticos e indica algo de lo mucho que
suscitó la lectura de Becquer en los poetas mexicanos..
Además de poeta lírico fue uno de los que cultivaron
el drama con sentida preocupación artística.
A Rosas Moreno se le ha llamado "El poeta de la niñez".
Conceptuándolo como el mejor fabulista mexicano; sus
apólogos son los más notables que se han escrito
en México.
Alumno del colegio de San Gregorio, periodista
liberal, diputado y autor de las mejores fábulas
mexicanas ( 1872), Rosas Moreno escribió también
teatro infantil, historias de México en verso y
libros de lectura para niñas y para niños. En
una época de olvido y desprecio para su obra
estrenó una pieza sobre Sor Juana Inés de la Cruz
(1876). Sus mejores poemas se publicaron
póstumamente en "Ramo de violetas" (1891) con
prólogo de Altamirano. "La vuelta a la aldea" es
uno de los últimos textos plenamente románticos
e indica algo de lo mucho que suscitó la lectura
de Becquer en los poetas mexicanos. Por esta página
Rosas Moreno figura siempre y merecidamente,
en las antologías del Siglo XIX.
¡QUIÉN PUDIERA VIVIR SIEMPRE SOÑANDO!
Es la existencia un cielo,
cuando el alma soñando embelesada,
con amoroso anhelo,
en los ángeles fija su mirada.
¡Feliz el alma que a la tierra olvida
para vivir gozando!
¡Quién pudiera olvidarse de la vida!
¡Quién pudiera vivir siempre soñando!
En esa estrecha y mísera morada
es un sueño engañoso la alegría;
la gloria es humo y nada
y el más ardiente amor gloria de un día.
Afán eterno al corazón destroza
cuando los sueños ¡ay! nos van dejando.
Sólo el que sueña goza.
¡Quién pudiera vivir siempre soñando!
De su misión se olvidan las mujeres,
los hombres viven en perpetua guerra;
no hay amistad, ni dicha, ni placeres;
todo es mentira ya sobre la tierra.
Suspira el corazón inútilmente . . .
la existencia que voy atravesando
es hermosa entre sueños solamente.
¡Quién pudiera vivir siempre soñando!
Sin mirar el semblante a la tristeza,
pasé de la niñez a la dulce aurora,
contemplando entre sueños la belleza
de ardiente juventud fascinadora.
Pero ¡ay! se disipó mi sueño hermoso,
y desde entonces siempre estoy llorando
porque sólo el que sueña es venturoso.
¡Quién pudiera vivir siempre soñando!
EL VALLE DE MI INFANCIA
Salud, ¡oh valle hermoso!
Albergue de placer, donde dichoso
entre sueños espléndidos de amores,
vi deslizarse un día,
cual se desliza el agua entre las flores,
los dulces años de la infancia mía.
Valle umbroso, salud: hoy el viajero
tu abrigo lisonjero
busca ansioso con ávida mirada,
bendice la quietud de tus vergeles,
y reclina su frente ensangrentada
a la sombra feliz de tus laureles.
Aquí esta la montaña, allí está el río;
allá del bosque umbrío
la silenciosa majestad se admira;
allí el lago retrata el firmamento;
la fuente, más allá, lenta suspira,
y agitando los sauces gime el viento.
Allí la cruz está donde, inspirado,
el bien del desgraciado
imploraba con místico cariño,
elevando a los cíelos mis plegarias,
y estas agrestes rocas solitarias
las mismas son que amé cuando era niño.
Pero es otro el rocío, otra la brisa
que hoy el abril te da con su sonrisa;
otras las rosas son de encanto llenas
que brillan entre el césped de tu alfombra,
y otras, y otras también las azucenas
que crecen a tu sombra.
Cual las olas que pasan suspirando
los años van pasando;
un instante con flores se embellecen,
un punto brilla su fulgor mentido,
y al fin se desvanecen
en las oscuras sombras del olvido.
¿En dónde están ahora aquellas rosas
tan puras, tan hermosas?...
Están, ¡oh valle!, donde está la calma
de aquellos bellos días tan risueños;
en donde está mi amor, gloria del alma,
y en donde están también mis dulces sueños.
Yo era feliz aquí; yo me adormía
en plácida alegría,
por la dulce inocencia acariciado,
sin más amor que tú, sin otro anhelo
que amar tus flores y cruzar tu prado,
cantar tus fuentes y mirar tu cielo.
Una tarde las aves se alejaban,
y al ver como volaban,
sentí el alma agitarse en ansias locas
y quise, como el águila atrevida,
cruzar las selvas, dominar las rocas,
y aspirar otro ambiente y otra vida:
Y al huracán seguí; y al ver el mundo
sentí en el corazón horror profundo;
anhelé las tranquilas soledades
donde feliz reía,
y sentí que mi espíritu oprimía
la atmósfera letal de las ciudades.
Gozo y placer busqué, gloria y ventura;
y sólo hallé amargura,
inquietudes y afán, tedio y congojas;
del viento del dolor al soplo ardiente,
cual de tus bellos árboles las hojas,
se secó la guirnalda de mi frente.
En vano allí busqué la dulce calma
y el casto amor del alma:
sólo en la multitud con mis pesares
me confundí gimiendo,
y apagóse perdido entre el estruendo
el tímido rumor de mis cantares.
Esquivando el furor de la tormenta,
cual ave voy que el huracán ahuyenta,
y ansioso busco ahora
en tu silencio plácido y tranquilo,
el apacible asilo
donde al menos en paz el alma llora.
También, ¡oh valle!, a marchitar tus galas
la airada tempestad tiende sus alas;
tus flores huella y con furor se agita
marchitando sus vívidos colores...
¡Dichosas esas flores
que el huracán marchita!
Lejos contemplo ya la infancia mía,
y muy lejos la tumba todavía;
oculto afán me mata,
mi destino en la tierra es muy incierto,
y lúgubre a mi vista se dilata
inmenso el porvenir como un desierto.
Sin oír una voz dulce y querida,
solo estoy en el valle de la vida,
cual el ciprés doliente
que en eterno abandono se consume,
sin guirnaldas de hiedras en su frente,
sin que le dé una flor grato perfume.
Nadie piensa en mi amor, nadie me mira,
nadie por mí suspira;
tan sólo la tristeza con mis dolores gime,
y entre sus brazos trémula me oprime
y reclina en su seno mi cabeza.
E1 alma ardiente que en mi afán seguía
dulce hermana inmortal del alma mía,
me niega su ternura,
y sin oír mi queja,
insensible a mi amarga desventura,
sin enjugar mis lágrimas se aleja.
Ya que en vano la llamo cariñoso
para cruzar con ella el bosque umbroso,
para contarle amante mi querella
y dividir con ella mi alegría,
para soñar con ella
esta sombra de amor que dura un día.
A lo mejor gozar el alma quiere
en el sueño ideal que nunca muere,
del infinito anhelo
en que Dios le revela su destino,
la esperanza feliz del bien divino
con que existen las almas en el cielo.
Aquí morir quisiera
al rumor de tu brisa lisonjera;
pero ¡ay! delirio, mi ansiedad es vana
y el soplo sigo del destino airado...
¡Quién sabe en dónde me hallaré mañana!
¡Quién sabe en dónde moriré ignorado!
Queda en paz, dulce valle, umbroso asilo,
donde existe tranquilo,
plácido albergue de mi amor primero.
Ya va el sol ocultando sus fulgores,
y adiós te dice el infeliz viajero
empapando en sus lágrimas tus flores.
La vuelta de la aldea
Ya el sol oculta su radiosa frente;
Melancólico brilla en occidente
Su tímido esplendor;
Ya en las selvas la noche inquieta vaga
Y entre las brisas lánguido se apaga
El último cantar del ruiseñor.
¡Cuánto gozo escuchando embelesado
ese tímido acento apasionado
que en mi niñez oí!
Al ver de lejos la arboleda umbrosa
¡cuál recuerdo, en la tarde silenciosa,
la dicha que perdí!
Aquí al son de las aguas bullidoras,
De mi dulce niñez las dulces horas
Dichoso vi pasar,
Y aquí mil veces, al morir el día
Vine amante después de mi alegría
Dulces sueños de amor a recordar.
Ese sauce, ese fuente, esa enramada,
De una efímera gloria ya eclipsada
Mudos testigos son:
Cada árbol, cada flor, guarda una historia
De amor y placer, cuya memoria
Entristece y halaga el corazón.
Aquí está la montaña, allí está el río;
A mi vista se extiende el bosque umbrío
Donde mi dicha fue.
¡cuántas veces aquí con mis pesares
vine a exhalar de amor tristes cantares!
¡Cuánto de amor lloré!
Acá la calle solitaria; en ella
De mi paso en los céspedes la huella
El tiempo ya borró.
Allá la casa donde entrar solía
De mi padre en la dulce compañía.
¡Y hoy entro en su recinto sólo yo!
Desde esa fuente, por la vez primera,
Una hermosa mañana, la ribera
A Laura vi cruzar,
Y de aquella arboleda en la espesura,
Una tarde de mayo, con ternura
Una pálida flor me dio al pasar.
Todo era entonces para mi risueño;
Mas la dicha en la vida es sólo un sueño,
Y un sueño fue mi amor.
Cual eclipsa una nube al rey del día,
La desgracia eclipsó la dicha mía
En su primer fulgor.
Desatóse estruendoso el torbellino,
Al fin airado me arrojó el destino
De mi natal ciudad.
Así cuando es feliz entre sus flores
¡ay del nido en que canta sus amores
arroja al ruiseñor la tempestad.
Errante y sin amor siempre he vivido;
Siempre errante en las sombras del olvido...
¡Cuán desgraciado soy!
Mas la suerte conmigo es hoy piadosa;
Ha escuchado mi queja cariñosa,
Y aquí otra vez estoy.
No se, ni espero, ni ambiciono nada;
Triste suspira el alma destrozada
Sus ilusiones ya:
Mañana alumbrará la selva umbría
La luz del nuevo sol, y la alegría
¡jamás al corazón alumbrará!
Cual hoy, la tarde en que partí doliente,
Triste el sol derramaba en occidente
Su moribunda luz:
Suspiraba la brisa en la laguna
Y alumbraban los rayos de la luna
La solitaria cruz.
Tranquilo el río reflejaba al cielo,
Y una nube pasaba en blando vuelo
Cual pasa la ilusión;
Cantaba el labrador en su cabaña,
Y el eco repetía en la montaña
La misteriosa voz de la oración.
Aquí está la montaña, allí está el río...
Mas ¿dónde está mi fe? ¿Dónde, Dios mío,
Dónde mi amor está?
Volvieron al vergel brisas y flores,
Volvieron otra vez los ruiseñores...
Mi amor no volverá.
¿De qué me sirven, en mi amargo duelo,
de los bosques los lirios, y del cielo
el mágico arrebol;
el rumor de los céfiros suaves
y el armonioso canto de las aves,
si ha muerto ya de mi esperanza el sol?
Del arroyo en las márgenes umbrías
No miro ahora, como en otros días,
A Laura sonreír.
¡Ay! En vano la busco, en vano lloro;
ardiente en vano su piedad imploro:
¡jamás ha de venir!.
(1838-1883)
Nació en Lagos de Moreno, estado de Jalisco, Cursó
sus estudios primarios en León, Guanajuato, e ingresó
en el colegio de San Gregorio de la ciudad de México.
Abrazó la causa liberal y fue perseguido por sus
opiniones. Después de la restauración republicana
figuró en varios períodos como diputado al Congreso
General. Fundó varios periódicos y desempeñó modestos
puestos públicos. Poeta de tono menor, su lírica
contiene dulzura y apacibilidad, nostalgia y suave
melancolía. Escribió también teatro infantil,
historias de México en verso y libros de lectura
para niñas y para niños. Una buena colección de sus
poemas se publicó en 1891 con el título de "Ramo de
violetas" con prólogo de Altamirano.
"La vuelta a la aldea" es uno de los últimos textos
plenamente románticos e indica algo de lo mucho que
suscitó la lectura de Becquer en los poetas mexicanos..
Además de poeta lírico fue uno de los que cultivaron
el drama con sentida preocupación artística.
A Rosas Moreno se le ha llamado "El poeta de la niñez".
Conceptuándolo como el mejor fabulista mexicano; sus
apólogos son los más notables que se han escrito
en México.
Alumno del colegio de San Gregorio, periodista
liberal, diputado y autor de las mejores fábulas
mexicanas ( 1872), Rosas Moreno escribió también
teatro infantil, historias de México en verso y
libros de lectura para niñas y para niños. En
una época de olvido y desprecio para su obra
estrenó una pieza sobre Sor Juana Inés de la Cruz
(1876). Sus mejores poemas se publicaron
póstumamente en "Ramo de violetas" (1891) con
prólogo de Altamirano. "La vuelta a la aldea" es
uno de los últimos textos plenamente románticos
e indica algo de lo mucho que suscitó la lectura
de Becquer en los poetas mexicanos. Por esta página
Rosas Moreno figura siempre y merecidamente,
en las antologías del Siglo XIX.
¡QUIÉN PUDIERA VIVIR SIEMPRE SOÑANDO!
Es la existencia un cielo,
cuando el alma soñando embelesada,
con amoroso anhelo,
en los ángeles fija su mirada.
¡Feliz el alma que a la tierra olvida
para vivir gozando!
¡Quién pudiera olvidarse de la vida!
¡Quién pudiera vivir siempre soñando!
En esa estrecha y mísera morada
es un sueño engañoso la alegría;
la gloria es humo y nada
y el más ardiente amor gloria de un día.
Afán eterno al corazón destroza
cuando los sueños ¡ay! nos van dejando.
Sólo el que sueña goza.
¡Quién pudiera vivir siempre soñando!
De su misión se olvidan las mujeres,
los hombres viven en perpetua guerra;
no hay amistad, ni dicha, ni placeres;
todo es mentira ya sobre la tierra.
Suspira el corazón inútilmente . . .
la existencia que voy atravesando
es hermosa entre sueños solamente.
¡Quién pudiera vivir siempre soñando!
Sin mirar el semblante a la tristeza,
pasé de la niñez a la dulce aurora,
contemplando entre sueños la belleza
de ardiente juventud fascinadora.
Pero ¡ay! se disipó mi sueño hermoso,
y desde entonces siempre estoy llorando
porque sólo el que sueña es venturoso.
¡Quién pudiera vivir siempre soñando!
EL VALLE DE MI INFANCIA
Salud, ¡oh valle hermoso!
Albergue de placer, donde dichoso
entre sueños espléndidos de amores,
vi deslizarse un día,
cual se desliza el agua entre las flores,
los dulces años de la infancia mía.
Valle umbroso, salud: hoy el viajero
tu abrigo lisonjero
busca ansioso con ávida mirada,
bendice la quietud de tus vergeles,
y reclina su frente ensangrentada
a la sombra feliz de tus laureles.
Aquí esta la montaña, allí está el río;
allá del bosque umbrío
la silenciosa majestad se admira;
allí el lago retrata el firmamento;
la fuente, más allá, lenta suspira,
y agitando los sauces gime el viento.
Allí la cruz está donde, inspirado,
el bien del desgraciado
imploraba con místico cariño,
elevando a los cíelos mis plegarias,
y estas agrestes rocas solitarias
las mismas son que amé cuando era niño.
Pero es otro el rocío, otra la brisa
que hoy el abril te da con su sonrisa;
otras las rosas son de encanto llenas
que brillan entre el césped de tu alfombra,
y otras, y otras también las azucenas
que crecen a tu sombra.
Cual las olas que pasan suspirando
los años van pasando;
un instante con flores se embellecen,
un punto brilla su fulgor mentido,
y al fin se desvanecen
en las oscuras sombras del olvido.
¿En dónde están ahora aquellas rosas
tan puras, tan hermosas?...
Están, ¡oh valle!, donde está la calma
de aquellos bellos días tan risueños;
en donde está mi amor, gloria del alma,
y en donde están también mis dulces sueños.
Yo era feliz aquí; yo me adormía
en plácida alegría,
por la dulce inocencia acariciado,
sin más amor que tú, sin otro anhelo
que amar tus flores y cruzar tu prado,
cantar tus fuentes y mirar tu cielo.
Una tarde las aves se alejaban,
y al ver como volaban,
sentí el alma agitarse en ansias locas
y quise, como el águila atrevida,
cruzar las selvas, dominar las rocas,
y aspirar otro ambiente y otra vida:
Y al huracán seguí; y al ver el mundo
sentí en el corazón horror profundo;
anhelé las tranquilas soledades
donde feliz reía,
y sentí que mi espíritu oprimía
la atmósfera letal de las ciudades.
Gozo y placer busqué, gloria y ventura;
y sólo hallé amargura,
inquietudes y afán, tedio y congojas;
del viento del dolor al soplo ardiente,
cual de tus bellos árboles las hojas,
se secó la guirnalda de mi frente.
En vano allí busqué la dulce calma
y el casto amor del alma:
sólo en la multitud con mis pesares
me confundí gimiendo,
y apagóse perdido entre el estruendo
el tímido rumor de mis cantares.
Esquivando el furor de la tormenta,
cual ave voy que el huracán ahuyenta,
y ansioso busco ahora
en tu silencio plácido y tranquilo,
el apacible asilo
donde al menos en paz el alma llora.
También, ¡oh valle!, a marchitar tus galas
la airada tempestad tiende sus alas;
tus flores huella y con furor se agita
marchitando sus vívidos colores...
¡Dichosas esas flores
que el huracán marchita!
Lejos contemplo ya la infancia mía,
y muy lejos la tumba todavía;
oculto afán me mata,
mi destino en la tierra es muy incierto,
y lúgubre a mi vista se dilata
inmenso el porvenir como un desierto.
Sin oír una voz dulce y querida,
solo estoy en el valle de la vida,
cual el ciprés doliente
que en eterno abandono se consume,
sin guirnaldas de hiedras en su frente,
sin que le dé una flor grato perfume.
Nadie piensa en mi amor, nadie me mira,
nadie por mí suspira;
tan sólo la tristeza con mis dolores gime,
y entre sus brazos trémula me oprime
y reclina en su seno mi cabeza.
E1 alma ardiente que en mi afán seguía
dulce hermana inmortal del alma mía,
me niega su ternura,
y sin oír mi queja,
insensible a mi amarga desventura,
sin enjugar mis lágrimas se aleja.
Ya que en vano la llamo cariñoso
para cruzar con ella el bosque umbroso,
para contarle amante mi querella
y dividir con ella mi alegría,
para soñar con ella
esta sombra de amor que dura un día.
A lo mejor gozar el alma quiere
en el sueño ideal que nunca muere,
del infinito anhelo
en que Dios le revela su destino,
la esperanza feliz del bien divino
con que existen las almas en el cielo.
Aquí morir quisiera
al rumor de tu brisa lisonjera;
pero ¡ay! delirio, mi ansiedad es vana
y el soplo sigo del destino airado...
¡Quién sabe en dónde me hallaré mañana!
¡Quién sabe en dónde moriré ignorado!
Queda en paz, dulce valle, umbroso asilo,
donde existe tranquilo,
plácido albergue de mi amor primero.
Ya va el sol ocultando sus fulgores,
y adiós te dice el infeliz viajero
empapando en sus lágrimas tus flores.
La vuelta de la aldea
Ya el sol oculta su radiosa frente;
Melancólico brilla en occidente
Su tímido esplendor;
Ya en las selvas la noche inquieta vaga
Y entre las brisas lánguido se apaga
El último cantar del ruiseñor.
¡Cuánto gozo escuchando embelesado
ese tímido acento apasionado
que en mi niñez oí!
Al ver de lejos la arboleda umbrosa
¡cuál recuerdo, en la tarde silenciosa,
la dicha que perdí!
Aquí al son de las aguas bullidoras,
De mi dulce niñez las dulces horas
Dichoso vi pasar,
Y aquí mil veces, al morir el día
Vine amante después de mi alegría
Dulces sueños de amor a recordar.
Ese sauce, ese fuente, esa enramada,
De una efímera gloria ya eclipsada
Mudos testigos son:
Cada árbol, cada flor, guarda una historia
De amor y placer, cuya memoria
Entristece y halaga el corazón.
Aquí está la montaña, allí está el río;
A mi vista se extiende el bosque umbrío
Donde mi dicha fue.
¡cuántas veces aquí con mis pesares
vine a exhalar de amor tristes cantares!
¡Cuánto de amor lloré!
Acá la calle solitaria; en ella
De mi paso en los céspedes la huella
El tiempo ya borró.
Allá la casa donde entrar solía
De mi padre en la dulce compañía.
¡Y hoy entro en su recinto sólo yo!
Desde esa fuente, por la vez primera,
Una hermosa mañana, la ribera
A Laura vi cruzar,
Y de aquella arboleda en la espesura,
Una tarde de mayo, con ternura
Una pálida flor me dio al pasar.
Todo era entonces para mi risueño;
Mas la dicha en la vida es sólo un sueño,
Y un sueño fue mi amor.
Cual eclipsa una nube al rey del día,
La desgracia eclipsó la dicha mía
En su primer fulgor.
Desatóse estruendoso el torbellino,
Al fin airado me arrojó el destino
De mi natal ciudad.
Así cuando es feliz entre sus flores
¡ay del nido en que canta sus amores
arroja al ruiseñor la tempestad.
Errante y sin amor siempre he vivido;
Siempre errante en las sombras del olvido...
¡Cuán desgraciado soy!
Mas la suerte conmigo es hoy piadosa;
Ha escuchado mi queja cariñosa,
Y aquí otra vez estoy.
No se, ni espero, ni ambiciono nada;
Triste suspira el alma destrozada
Sus ilusiones ya:
Mañana alumbrará la selva umbría
La luz del nuevo sol, y la alegría
¡jamás al corazón alumbrará!
Cual hoy, la tarde en que partí doliente,
Triste el sol derramaba en occidente
Su moribunda luz:
Suspiraba la brisa en la laguna
Y alumbraban los rayos de la luna
La solitaria cruz.
Tranquilo el río reflejaba al cielo,
Y una nube pasaba en blando vuelo
Cual pasa la ilusión;
Cantaba el labrador en su cabaña,
Y el eco repetía en la montaña
La misteriosa voz de la oración.
Aquí está la montaña, allí está el río...
Mas ¿dónde está mi fe? ¿Dónde, Dios mío,
Dónde mi amor está?
Volvieron al vergel brisas y flores,
Volvieron otra vez los ruiseñores...
Mi amor no volverá.
¿De qué me sirven, en mi amargo duelo,
de los bosques los lirios, y del cielo
el mágico arrebol;
el rumor de los céfiros suaves
y el armonioso canto de las aves,
si ha muerto ya de mi esperanza el sol?
Del arroyo en las márgenes umbrías
No miro ahora, como en otros días,
A Laura sonreír.
¡Ay! En vano la busco, en vano lloro;
ardiente en vano su piedad imploro:
¡jamás ha de venir!.
JOSE FRANCISCO DE SAN MARTIN
José Francisco de San Martín, hijo de Juan de San Martín, teniente gobernador de Corrientes, y de Gregoria Matorras, llamado el Libertador; nació en Yapeyú, hoy San Martín, Corrientes, el 25 de Febrero de 1778 y murió en Boulogne, Francia, 1850.
Su padre, don Juan de San Martín y Gómez, había nacido en la Villa de Cervatos de la Cueza, en la provincia de Palencia, España, y era teniente gobernador del Departamento. Sirvió como militar a la corona española y fue el primer teniente gobernador de la Gobernación de las Misiones Guaraníes con sede en Yapeyú, creada para administrar las treinta misiones jesuíticas guaraníes, luego de que la orden fuera expulsada de América por el rey Carlos III en 1767.
Su madre, doña Gregoria Matorras del Ser, era sobrina de un gobernador de la Provincia colonial del Tucumán y conquistador del Chaco. Fue el menor de cinco hermanos: María Elena, Manuel Tadeo, Juan Fermín Rafael y Justo Rufino.
En 1781, cuando San Martín tenía 3 años, la familia se trasladó de Yapeyú a Buenos Aires, y desde aquí se trasladaron a España, embarcando rumbo a Cádiz el 6 de diciembre de 1783. San Martín comenzó sus estudios en el Real Seminario de Nobles de Madrid y en la Escuela de Temporalidades de Málaga en 1786. Allí aprendió latín, francés, castellano, alemán, baile, dibujo, poética, esgrima, retórica, matemática, historia y geografía.
Inició su carrera militar a los 11 años, en el regimiento de Murcia (1789), con el cual, a los trece años, tuvo su bautismo de fuego en el sitio de Orán (1791). Más tarde intervino en las guerras del Rosellón (1793), de las Naranjas (1804) y de Independencia, que le supusieron distintos ascensos hasta alcanzar el grado de teniente coronel. La Medalla de Oro de los Héroes de Bailén, premio militar español, otorgado a San Martín por Decreto de la Junta Suprema de Sevilla del 11 de agosto de 1808, en mérito a su acción en esta batalla ganada a los franceses, por la cual también fue ascendido a Teniente Coronel.
Tras esta fulgurante carrera y poco después de estallar la revolución emancipadora en América, San Martín, en 1811 renunció a su carrera militar en España.
Por intermedio de Lord Macduff obtuvo un pasaporte para viajar a Inglaterra, partiendo el 14 de septiembre de ese año para residir en el número 23 de la calle Park Road en el distrito de Westminster, en Londres.
Allí se encontró con compatriotas de la América española: Carlos María de Alvear, José Matías Zapiola, Andrés Bello y Tomás Guido, entre otros.
Todos estos personajes, formaban parte de la Gran Reunión Americana, sociedad de presuntas filiaciones masónicas, fundada por Francisco de Miranda quien, junto con Simón Bolívar, ya luchaba en América por la independencia de Venezuela.
En enero de 1812 San Martín se embarcó hacia Buenos Aires en la fragata inglesa George Canning. Fue recibido por los miembros del Primer Triunvirato, quienes le reconocieron su grado de teniente coronel. El 16 de marzo le pidieron que creara un cuerpo de caballería, que llamó Regimiento de Granaderos a Caballo, para custodiar las costas del río Paraná. Durante el año 1812 se ocupó de instruir a la tropa en las modernas técnicas de combate que conocía por su extensa actuación europea contra los ejércitos de Napoleón.
La primera acción militar de San Martín y su recién creado regimiento de granaderos a caballo, estuvo dirigida a frenar las incursiones de los realistas en las costas del río Paraná, principal afluente del Río de la Plata y vía de comunicación estratégica para la región.
San Martín se instaló con sus tropas en el convento de San Carlos, posta de San Lorenzo, en el sur de la provincia de Santa Fe. El 3 de febrero de 1813 y ante el desembarco de 300 españoles, se libró el Combate de San Lorenzo, casi frente al Convento, a orillas del río.
Cuando llegó a Buenos Aires la noticia de la victoria del Ejército del Norte en la batalla de Tucumán, comandado por Manuel Belgrano, San Martín dirigió un movimiento preparado por la Logia, con el objeto de derrocar al gobierno, al cual juzgaban poco decidido por la independencia. Bajo la presión de los cuerpos armados y del pueblo, se nombró el Segundo Triunvirato constituido por Juan José Paso, Nicolás Rodríguez Peña y Antonio Álvarez Jonte. Se exigió, además, llamar a una Asamblea Suprema de delegados de todas las provincias, con el fin de declarar la independencia y dictar una constitución2 .
El 12 de noviembre de 1812, a los 34 años, contrajo matrimonio con María de los Remedios de Escalada, de 14 años, a pesar de la oposición de la familia de ésta, quien lo consideraba un "soldadote".
En Mendoza José de San Martín se dedicó a organizar el ejército libertador, con el que se propuso invadir Chile cruzando la cordillera de los Andes, la mayor hazaña militar americana de todos los tiempos. Superadas las cumbres andinas, el 12 de febrero de 1817 derrotó al ejército realista al mando del general Marcó del Pont en la cuesta de Chacabuco, y el 14 entró en Santiago de Chile. La Asamblea constituida proclamó la independencia del país y le nombró director supremo, cargo que declinó en favor de O'Higgins.
San Martín viajó a Buenos Aires a fin de solicitar lo necesario para la campaña del Perú. Sin embargo, lo que recibió fue la oferta de intervenir directamente en las disputas internas del país, cosa que rechazó. Mientras tanto, las fuerzas patriotas habían sido completamente derrotadas en Cancha Rayada por el ejército realista de Osorio.
De nuevo en Chile, San Martín reorganizó las desmoralizadas tropas criollas. El General concibió la idea, que luego realizaría con éxito, de cruzar la Cordillera de los Andes.
El 12 de enero de 1817 se inició el Cruce de los Andes en dirección a Chile y atacar la ciudad de Lima desde el mar. Para mantener segura la frontera del norte, pensaba San Martín, bastaban las tropas irregulares salteñas al mando del general Martín Miguel de Güemes, a quien encargó la defensa de la frontera norte y comenzó a preparar una futura estrategia militar.
Dejó brevemente el mando del ejército al general Francisco Fernández de la Cruz, retirándose a Saldán, provincia de Córdoba, para reponerse de una úlcera estomacal. Allí mantendría conversaciones con su amigo Tomás Guido, en las que lo convencería de la necesidad de independizar la región desde Chile, y venció a Osorio en los llanos de Maipú, el 5 de abril de 1818, asegurando de este modo la libertad chilena.
En seguida inició la campaña de Perú (1820), que culminó con la proclamación de la independencia peruana (1821) y su designación como protector, cargo que aceptó hasta la total pacificación del país. Celebró una entrevista con Bolívar en Guayaquil (1822), donde ambos patriotas trataron el futuro del continente, San Martín renunció al Protectorado peruano y se retiró de la vida pública, embarcándose hacia Europa (1824). En 1827 regresó a Buenos Aires, pero no llegó a desembarcar. Afectado por las luchas fratricidas que enfrentaban a sus compatriotas, marchó de nuevo a Europa, radicándose en Francia.
Héroe de la independencia americana. fue con Simón Bolívar una de las personalidades más destacadas de la guerra de emancipación americana.
Su padre, don Juan de San Martín y Gómez, había nacido en la Villa de Cervatos de la Cueza, en la provincia de Palencia, España, y era teniente gobernador del Departamento. Sirvió como militar a la corona española y fue el primer teniente gobernador de la Gobernación de las Misiones Guaraníes con sede en Yapeyú, creada para administrar las treinta misiones jesuíticas guaraníes, luego de que la orden fuera expulsada de América por el rey Carlos III en 1767.
Su madre, doña Gregoria Matorras del Ser, era sobrina de un gobernador de la Provincia colonial del Tucumán y conquistador del Chaco. Fue el menor de cinco hermanos: María Elena, Manuel Tadeo, Juan Fermín Rafael y Justo Rufino.
En 1781, cuando San Martín tenía 3 años, la familia se trasladó de Yapeyú a Buenos Aires, y desde aquí se trasladaron a España, embarcando rumbo a Cádiz el 6 de diciembre de 1783. San Martín comenzó sus estudios en el Real Seminario de Nobles de Madrid y en la Escuela de Temporalidades de Málaga en 1786. Allí aprendió latín, francés, castellano, alemán, baile, dibujo, poética, esgrima, retórica, matemática, historia y geografía.
Inició su carrera militar a los 11 años, en el regimiento de Murcia (1789), con el cual, a los trece años, tuvo su bautismo de fuego en el sitio de Orán (1791). Más tarde intervino en las guerras del Rosellón (1793), de las Naranjas (1804) y de Independencia, que le supusieron distintos ascensos hasta alcanzar el grado de teniente coronel. La Medalla de Oro de los Héroes de Bailén, premio militar español, otorgado a San Martín por Decreto de la Junta Suprema de Sevilla del 11 de agosto de 1808, en mérito a su acción en esta batalla ganada a los franceses, por la cual también fue ascendido a Teniente Coronel.
Tras esta fulgurante carrera y poco después de estallar la revolución emancipadora en América, San Martín, en 1811 renunció a su carrera militar en España.
Por intermedio de Lord Macduff obtuvo un pasaporte para viajar a Inglaterra, partiendo el 14 de septiembre de ese año para residir en el número 23 de la calle Park Road en el distrito de Westminster, en Londres.
Allí se encontró con compatriotas de la América española: Carlos María de Alvear, José Matías Zapiola, Andrés Bello y Tomás Guido, entre otros.
Todos estos personajes, formaban parte de la Gran Reunión Americana, sociedad de presuntas filiaciones masónicas, fundada por Francisco de Miranda quien, junto con Simón Bolívar, ya luchaba en América por la independencia de Venezuela.
En enero de 1812 San Martín se embarcó hacia Buenos Aires en la fragata inglesa George Canning. Fue recibido por los miembros del Primer Triunvirato, quienes le reconocieron su grado de teniente coronel. El 16 de marzo le pidieron que creara un cuerpo de caballería, que llamó Regimiento de Granaderos a Caballo, para custodiar las costas del río Paraná. Durante el año 1812 se ocupó de instruir a la tropa en las modernas técnicas de combate que conocía por su extensa actuación europea contra los ejércitos de Napoleón.
La primera acción militar de San Martín y su recién creado regimiento de granaderos a caballo, estuvo dirigida a frenar las incursiones de los realistas en las costas del río Paraná, principal afluente del Río de la Plata y vía de comunicación estratégica para la región.
San Martín se instaló con sus tropas en el convento de San Carlos, posta de San Lorenzo, en el sur de la provincia de Santa Fe. El 3 de febrero de 1813 y ante el desembarco de 300 españoles, se libró el Combate de San Lorenzo, casi frente al Convento, a orillas del río.
Cuando llegó a Buenos Aires la noticia de la victoria del Ejército del Norte en la batalla de Tucumán, comandado por Manuel Belgrano, San Martín dirigió un movimiento preparado por la Logia, con el objeto de derrocar al gobierno, al cual juzgaban poco decidido por la independencia. Bajo la presión de los cuerpos armados y del pueblo, se nombró el Segundo Triunvirato constituido por Juan José Paso, Nicolás Rodríguez Peña y Antonio Álvarez Jonte. Se exigió, además, llamar a una Asamblea Suprema de delegados de todas las provincias, con el fin de declarar la independencia y dictar una constitución2 .
El 12 de noviembre de 1812, a los 34 años, contrajo matrimonio con María de los Remedios de Escalada, de 14 años, a pesar de la oposición de la familia de ésta, quien lo consideraba un "soldadote".
En Mendoza José de San Martín se dedicó a organizar el ejército libertador, con el que se propuso invadir Chile cruzando la cordillera de los Andes, la mayor hazaña militar americana de todos los tiempos. Superadas las cumbres andinas, el 12 de febrero de 1817 derrotó al ejército realista al mando del general Marcó del Pont en la cuesta de Chacabuco, y el 14 entró en Santiago de Chile. La Asamblea constituida proclamó la independencia del país y le nombró director supremo, cargo que declinó en favor de O'Higgins.
San Martín viajó a Buenos Aires a fin de solicitar lo necesario para la campaña del Perú. Sin embargo, lo que recibió fue la oferta de intervenir directamente en las disputas internas del país, cosa que rechazó. Mientras tanto, las fuerzas patriotas habían sido completamente derrotadas en Cancha Rayada por el ejército realista de Osorio.
De nuevo en Chile, San Martín reorganizó las desmoralizadas tropas criollas. El General concibió la idea, que luego realizaría con éxito, de cruzar la Cordillera de los Andes.
El 12 de enero de 1817 se inició el Cruce de los Andes en dirección a Chile y atacar la ciudad de Lima desde el mar. Para mantener segura la frontera del norte, pensaba San Martín, bastaban las tropas irregulares salteñas al mando del general Martín Miguel de Güemes, a quien encargó la defensa de la frontera norte y comenzó a preparar una futura estrategia militar.
Dejó brevemente el mando del ejército al general Francisco Fernández de la Cruz, retirándose a Saldán, provincia de Córdoba, para reponerse de una úlcera estomacal. Allí mantendría conversaciones con su amigo Tomás Guido, en las que lo convencería de la necesidad de independizar la región desde Chile, y venció a Osorio en los llanos de Maipú, el 5 de abril de 1818, asegurando de este modo la libertad chilena.
En seguida inició la campaña de Perú (1820), que culminó con la proclamación de la independencia peruana (1821) y su designación como protector, cargo que aceptó hasta la total pacificación del país. Celebró una entrevista con Bolívar en Guayaquil (1822), donde ambos patriotas trataron el futuro del continente, San Martín renunció al Protectorado peruano y se retiró de la vida pública, embarcándose hacia Europa (1824). En 1827 regresó a Buenos Aires, pero no llegó a desembarcar. Afectado por las luchas fratricidas que enfrentaban a sus compatriotas, marchó de nuevo a Europa, radicándose en Francia.
Héroe de la independencia americana. fue con Simón Bolívar una de las personalidades más destacadas de la guerra de emancipación americana.
LOSANTOS ACUMULA SENTENCIAS EN 2008
A Federico Jiménez Losantos se le han acumulado las sentencias este año. Una a favor de José Antonio Zarzalejos, por la cual le tuvo que pagar al ex director de ABC 100.000 euros, otra a favor de Gallardón, que le condenó a pagar al alcalde 36.000 euros y aún tiene pendientes las querellas por injurias que le puso el SUP (Sindicato Unificado de Policía) y las querellas interpuestas por el Doctor Montes por el mismo motivo.
Losantos hace que la Cope tiemble, ya que su lenguaje habitual es bastante agresivo, hasta el punto de que para algunos resulta injurioso y motivo de querella. Tanto en el caso del alcalde de Madrid como en el del SUP el trasfondo ha sido la trama del 11-M. El locutor acusó a la policía de ‘inventar la trama islamista' de los atentados de Madrid y falsear pruebas para ocultar a los verdaderos autores de la masacre. Los comisarios Juan Jesús Sánchez Manzano y Rodolfo Ruiz, con el apoyo del Sindicato Profesional de Policía, también se han querellado contra Losantos por el mismo motivo, se les acusó de falsear pruebas del 11-M
A Gallardón se refirió así: 'Lo repito, alcaldín, 200 muertos, 1.500 heridos y un golpe brutal para echar a tu partido del Gobierno. Te da igual, Gallardón, con tal de llegar tú al poder'. Además, le llamó 'traidor, bandido, farsante redomado y lacayo de la oposición', quien decidió llevarle a los tribunales por injurias.
Losantos llamó como testigos de su parte en el juicio a compañeros de partido de Gallardón como la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre; el secretario general, Ángel Acebes, y el ex portavoz parlamentario del PP Eduardo Zaplana. Ninguno utilizó el juicio para criticar al alcalde de Madrid y, por el contrario, defendieron que el regidor no traicionó la línea del PP en torno a la investigación del 11-M.
En otro orden de cosas, Losantos se enfrenta a otra querella esta vez interpuesta por el Doctor Montes, del servicio de urgencias del Severo Ochoa. En este caso, Losantos siguió acusando a Montes de las supuestas sedaciones irregulares en este hospital cuando la justicia ya había archivado el caso. En esto le acompañan algunos colegas, entre ellos Pedrojota, que ha defendido a Losantos en esta ocasión.
También ha defendido a Losantos Alfonso Ussía, que criticó al presidente de la APM, Fernando González Urbaneja, por decir que Losantos se había situado un poco más allá del periodismo.
Losantos hace que la Cope tiemble, ya que su lenguaje habitual es bastante agresivo, hasta el punto de que para algunos resulta injurioso y motivo de querella. Tanto en el caso del alcalde de Madrid como en el del SUP el trasfondo ha sido la trama del 11-M. El locutor acusó a la policía de ‘inventar la trama islamista' de los atentados de Madrid y falsear pruebas para ocultar a los verdaderos autores de la masacre. Los comisarios Juan Jesús Sánchez Manzano y Rodolfo Ruiz, con el apoyo del Sindicato Profesional de Policía, también se han querellado contra Losantos por el mismo motivo, se les acusó de falsear pruebas del 11-M
A Gallardón se refirió así: 'Lo repito, alcaldín, 200 muertos, 1.500 heridos y un golpe brutal para echar a tu partido del Gobierno. Te da igual, Gallardón, con tal de llegar tú al poder'. Además, le llamó 'traidor, bandido, farsante redomado y lacayo de la oposición', quien decidió llevarle a los tribunales por injurias.
Losantos llamó como testigos de su parte en el juicio a compañeros de partido de Gallardón como la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre; el secretario general, Ángel Acebes, y el ex portavoz parlamentario del PP Eduardo Zaplana. Ninguno utilizó el juicio para criticar al alcalde de Madrid y, por el contrario, defendieron que el regidor no traicionó la línea del PP en torno a la investigación del 11-M.
En otro orden de cosas, Losantos se enfrenta a otra querella esta vez interpuesta por el Doctor Montes, del servicio de urgencias del Severo Ochoa. En este caso, Losantos siguió acusando a Montes de las supuestas sedaciones irregulares en este hospital cuando la justicia ya había archivado el caso. En esto le acompañan algunos colegas, entre ellos Pedrojota, que ha defendido a Losantos en esta ocasión.
También ha defendido a Losantos Alfonso Ussía, que criticó al presidente de la APM, Fernando González Urbaneja, por decir que Losantos se había situado un poco más allá del periodismo.
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