27 agosto 2009

LA SOLUCION DE LA CRISIS AL ESTILO DEL PP

CAÑIZARES Y SU CAPA DE CINCO METROS

¿Son estos los disfraces con los que la Iglesia piensa conseguir más seguidores?

MARCOS PARADINAS

La Iglesia católica parece firmemente convencida de desandar el camino transitado hasta ahora. Ayer, se conocía que la intención de volver a las misas tridentinas, al estilo del siglo XVI, en latín y de espaldas, era ya más que firme. Al frente de la iniciativa se encuentra la Congregación del Culto Divino, el ministerio del Vaticano capitaneado por el cardenal español Antonio Cañizares. El liderazgo de Cañizares en esta idea no es casual, a la vista de las aficiones retrógradas (dogmáticas y rituales) que guarda el arzobispo de Toledo.
Noticias relacionadasLa Iglesia vuelve al siglo XVI: prevé retomar las misas de espaldas y en latín Cañizares, con una magna capa, en una ceremonia de una orden ultraconservadora Cañizares, a gusto en círculos aristocráticos Hace dos años, el 30 de agosto de 2007, El Plural desvelaba la querencia de Antonio Cañizares por los ritos más extravagantes y altaneros de la Iglesia Católica, que nos retrotraen a épocas preconciliares. Era el caso de la ceremonia organizada por una de las órdenes más conservadores de la Iglesia y que ofició el cardenal Cañizares, ataviado con una estrafalaria capa roja de más de cinco metros de longitud.

Cinco metros de capa
En una estampa más cercana a una película sobre los Borgia, el cardenal Cañizares apareció hace dos años vestido con una capa roja de cinco metros de longitud que tenía que acarrear unos afanosos monaguillos. El actual ministro vaticano iba a oficiar una ceremonia en una capilla del Instituto de Cristo Rey Sumo Sacerdote, una congregación surgida tras el Concilio Vaticano II como oposición a la modernización de la Iglesia Católica.

“El mal” de Juan XXIII
Este instituto fue fundado por el cardenal Siri, gran derrotado en la sucesión a Juan XXIII y como oposición al Concilio Vaticano II, inspirado por ese mismo Papa y que permitió las misas en idiomas distintos al latín. Siri tiene frases como esta: “Harán falta más de veinticinco años para restaurar el mal que ha hecho a la Iglesia Juan XXIII”.

Las misas, en latín
Gestos como aquel dejaron en evidencia hacia donde van las ideas de Cañizares en lo que a materia ritual y dogmática se refiere. Por ello, no parece casual que Ratzinger le eligiera para capitanear al ministerio encargado de decidir cómo se deben oficiar las misas. Más aún en un tiempo en que estos aspectos están causando gran controversia.

Los lefebvrianos
Y es que, desde la llegada de Ratzinger al papado, la Iglesia parece caminar hacia atrás más rápido que nunca. Benedicto XVI amparó la reentrada de los lefebvrianos en la Iglesia Católica, de la que fueron apartados por sus posturas ultraconservadoras y preconciliares. Este grupo también practica las misas tridentinas que ahora vuelven a ponerse de moda y de nada sirvió la polémica de que uno de sus obispos negara el Holocausto judío. Cañizares lleva nueve meses escasos al frente de la Congregación y Ratzinger fue elegido hace más de cuatro años. Todavía les queda para llegar a los veinticinco años de contrareforma para arreglar “el mal” del Concilio Vaticano II.

EL CARDENAL DEL CULTO DIVINO Y SU CAPA

Su Eminencia el cardenal Antonio Cañizares, prefecto de la Congregación del Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos –cargo equiparable al de ministro del Gobierno del Vaticano-, ha manifestado su firme voluntad de que las misas vuelvan a celebrarse de espaldas a los fieles, utilizando el latín como lengua vehicular y, durante la comunión, con la sagrada forma depositada en la boca por el sacerdote, sin ser tocada por los dedos –se supone que pecadores- de los feligreses.
Cree el hasta hace poco arzobispo de Toledo –y, por ende, ex primado de España- que debe volverse al pasado, respecto a la Eucaristía, porque le parece que vivimos en tiempos de excesos y de falta creciente del respeto debido al cuerpo y sangre de Nuestro Señor Jesucristo. El Papa Benedicto XVI ya se había mostrado en alguna que otra ocasión favorable a este inquietante retorno a épocas pretéritas.
Relaciones fluidas
Las relaciones entre Josep Ratzinger y Cañizares son fluidas, cordiales, básicamente coincidentes y vienen de lejos. En 1980 Juan Pablo II designó a Ratzinger prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Fue cancerbero de la ortodoxia hasta que el Espíritu Santo -, tras la muerte del pontífice polaco- decidió que el Cónclave lo convirtiera en Papa. Es decir, en el representante de Jesucristo en la Tierra.

A escala española
En 1985 y hasta 1992, Cañizares desempeñó, a escala española, la misma tarea que Ratzinger. Dirigió el Secretariado de la Conferencia Episcopal Española para la Doctrina de la Fe. Más tarde actuó como miembro de la Comisión para la Doctrina de la Fe. Estas circunstancias los llevaron a uno y otro a mantener numerosos contactos. Los dos eran importantes jefes del Tribunal del Santo Oficio o Santa Inquisición, versión ni sangrienta ni de hogueras. El ascenso de Ratzinger a la silla de Pedro ha significado otro ascenso -también relevante- para el ex cardenal de Toledo.

Frágil portezuela
Observamos un poderoso intento de liquidar, de una vez por todas, el Concilio Vaticano II, frágil portezuela a través de la cual el buen Papa Roncalli pretendió sin éxito -sólo muy parcialmente-, transformar la actual Iglesia –controlada por una jerarquía farisaica y conservadora- en una Iglesia humanizada. Y vertebrada con valores evangélicos compartibles con los derechos humanos, con la libertad de conciencia y de pensamiento y, sobre todo, ahora y aquí, con políticas sociales, destinadas a erradicar el hambre y la miseria en el mundo.

Pilares en ruinas
Quieren cargarse los pilares que aún quedan, aunque maltrechos y más bien en ruinas, del proyecto conciliar, ya entonces, en los años sesenta, boicoteado desde los sectores más reaccionarios –que son los hegemónicos- de la Iglesia católica. Quieren cepillarse símbolos como el de las misas desarrolladas de cara a los presentes o como el del uso de las lenguas de cada comunidad o país. Idolatran las normas, los preceptos y la disciplina férrea. Todo ello, impulsado de arriba abajo. El absolutismo continúa siendo el eje del poder en la religión católica.

Ceremonias ultramontanas
Cañizares exhibe, en ceremonias ultramontanas, una capa roja, inacabable, propia de las fiestas de carnaval o del siglo XVI, que le da más fulgor a su rango, pero que lo deja desnudo ante la opinión pública, creyentes incluidos. Hoy, en El Plural, hemos rescatado esa capa que le confirma su integrismo sin fisuras y su afán por la mano dura en cuanto a misas y lenguas. De cuando en cuando, Su Eminencia el de la capa se dedica a la provocación.

Aborto y pederastia
¿Habrá que rescatar sus enfermizas obsesiones sobre la unidad de España, como si fuera pecado pensar lo contrario? ¿Habrá que subrayarle su actitud de connivencia con el PP y de hostilidad, más o menos sigilosa, con el Gobierno Zapatero? ¿Habrá que recordarle su patética y reciente comparación entre el aborto y la pederastia, practicada por bastantes miembros del clero?

Tupido velo
¿Habrá que recordarle a Benedicto XVI sus estremecedoras palabras, pronunciadas en África, insistiendo que el sida no se combate con los condones? ¿Alguien puede creer que este anciano alemán, acerca de cuya juventud de acento hitleriano más vale correr un tupido velo, representa en verdad a Jesucristo? Jesucristo no aspiraba a ser el jefe de ningún Estado y se rodeó de pescadores misérrimos. Los soldados romanos, después de ejecutarlo en la cruz, se repartieron su túnica. No su capa. Nunca Cristo llevó una capa delirante como la de Cañizares.

Enric Sopena es director de El Plural

Espinela a la capa de Cañizares:

¡Qué tiempos del clergymán
de aquél majo cura obrero!
Hoy se vuelve a lo hechicero,
catedralicio y chamán,
y a ser de Hollywood fan
con su miajita de ansia,
pero aquí, en Chipre, o Francia,
(guarden rojos sus pesares)
al cardenal Cañizares
nadie gana en elegancia.