25 septiembre 2011

Lo que el catalanismo quiere olvidar

Javier Barraycoa desmonta en «Historias ocultadas del nacionalismo catalán» los mitos recurrentes del nacionalismo catalán y recopila las historias silenciadas que los independentistas prefieren ocultar.



El catalanismo, con apenas un siglo de historia, pretende encarnar el alma de una Cataluña casi milenaria, reconfigurando no sólo la historia de Cataluña, sino la del propio catalanismo». Lo escribe el investigador barcelonés Javier Barraycoa en la introducción de su libro «Historias ocultadas del nacionalismo catalán», en el que desmonta los mitos con los que se ha construido un relato para justificar su pretensión de iniciar, como declaró en la celebración de la Diada Artur Mas, presidente de la Generalitat, su «transición nacional catalana» y convertirse en un país al margen de España. Estos son algunos de los aspectos históricos y sociales que Barraycoa aclara:
UN CATALANISMO, CON ESPAÑA DE «NACIÓN», ALEJADO DE LA SOCIEDAD
En los primeros capítulos de su libro, Barraycoa recuerda que «por lo común, para cualquier republicano federal catalán del siglo XIX, siempre regía el lema: “Cataluña es la Patria y España la Nación”». Y prosigue: «Un catalán en la onda del federalismo, Juan Illas Vidal, [...] en su obra titulada “Cuestiones catalanas, Cataluña en España” (1855), propone: “La unidad nacional es un sentimiento político fundamental común a todos y vivo en cada uno: formadlo si no existe, y no temáis el provincialismo”».
Además, Barraycoa afirma que «los primeros catalanistas reconocían que el catalanismo era algo alejado de la realidad social de Cataluña». Así lo explica: «Otro fenómeno psicológico y sintomático del catalanismo es que, nada más emerger, adoptó la conciencia de estar en crisis. Uno de los personajes más curiosos y olvidados de los primeros años del catalanismo fue José Pella Forgas. [...] En 1906 escribía una obra hoy poco conocida y titulada “La crisi del catalanisme”. Uno de los puntos de interés de este libro es constatar cómo los primeros catalanistas eran conscientes de que el catalanismo surgía como algo alejado de la realidad social de Cataluña. [...]
La crítica estaba dirigida a todos aquellos que volcaban sus energías en redescubrir la cultura catalana pero que no tenían la más mínima intención de proyectarla políticamente. Sospechaba que así nadie les seguiría. Un poeta catalanista, Joaquín Folguera Poal, ...] se quejaba: “La falta de conciencia nacional es uno de nuestros ridículos. En la esfera de los intelectuales tampoco hay mucha dignidad de raza. Mucho ruido y pocas nueces. Mucha ferralla literaria y poca consistencia política”. Los primeros catalanistas no entendían por qué la mayoría de catalanes no eran catalanistas y por qué les costaba tanto despertar en ellos la conciencia nacional».
EL CATALÁN, UNA LENGUA HABLADA DURANTE EL FRANQUISMO
«Poco a poco, los nacionalistas más radicales han conseguido introducir la expresión “genocidio cultural” para describir la situación del catalán durante el franquismo», sostiene Barraycoa. A lo largo de varios capítulos, recopila obras de teatro, poesía, certámenes, premios y editoriales escritos en catalán durante el franquismo. Contra los argumentos de ese nacionalismo más exacerbado, escribe:
«Un libro ecuánime, escrito en catalán, que no revela un resentimiento especial hacia el franquismo, es el de Albert Branchadell titulado “L’aventura del català”. El autor reconoce que el franquismo no puso en peligro la literatura catalana y que aunque hubo represión, “lo que sí es cierto es que las dificultades del catalán durante el franquismo fueron de más a menos: la política lingüística del régimen se fue relajando con el paso del tiempo, paralelamente a su liberación en general. [...] Si uno piensa lo que pasó con el catalán, no se diferencia mucho de la situación del castellano en la actual Cataluña», critica Barraycoa.
«Intentando sintetizar esos primeros años, cosa harto imposible, se podría decir que hubo un primer momento de presión contra el uso escrito del catalán. Sin embargo, la mayor parte de los conflictos vino, curiosamente, a causa de su uso por eclesiásticos en sus homilías o en pequeñas publicaciones parroquiales. Durante algunas celebraciones litúrgicas, a las que asistía alguna autoridad militar, si el sacerdote se dirigía a los fieles en catalán, entonces se liaba. Fuera de estos ámbitos, los conflictos fueron muy reducidos. A los pocos años de acabada la guerra, se reemprendían las publicaciones en catalán. En diciembre de 1946 se autorizó el primer concierto público de l’Orfeó Català. Ese mismo año, el Institut d’Estudis Catalans (foco cultural del catalanismo) iniciaba sus publicaciones en catalán. [...] Incluso se produjeron intentos del Régimen para lanzar publicaciones literarias en catalán, pero los catalanistas se negaron a participar».
COMPANYS Y MACIÀ, DOS MITOS DEL NACIONALISMO MUY ESPAÑOLISTAS
«Macià [uno de los iniciadores de ERC] pasó de ser un apasionado españolista, a un apasionado nacionalista», escribe Barraycoa. A Lluís Companys, presidente de la Generalitat durante la Guerra Civil, le define como «hiperespañolista» que «buena parte de su vida no fue catalanista, las circunstancias le arrimaron al catalanismo y la historia lo convirtió en un mártir del independentismo». De él narra lo siguiente: «Otro caso de evolución política más que significativo es el del ahora tan venerado Lluís Companys. Por aquella época, uno de los corresponsales en Cataluña del ABC era Juan Pujol. Era amigo de Companys mucho antes de que alcanzara la presidencia de la Generalitat y recuerda que nunca —de joven— se le conoció la más mínima afición catalanista».
En cuanto a Macià, «un coronel del Ejército español, monárquico empedernido» que «llega a transformarse en el líder e icono del separatismo catalán», reproduce la evolución de sus proclamas, recogidas en el Diario de sesiones del Congreso de los Diputados. En 1907 hablaba de una «España grande y noble» y aseguraba que «Cataluña no es separatista ni quiere serlo». En 1918, el mensaje variaba: «Solamente os digo que nosotros queremos formar una nacionalidad catalana libre e independiente». En 1923, se radicalizaba: «El dilema es el siguiente: o nosotros continuamos bajo la opresión del Estado opresor, del Estado centralista, en una esclavitud moral, peor cien veces que la material, o vamos a la violencia».
GUERRA DE SUCESIÓN Y LOS MOSSOS D'ESCUADRA COMO «BOTIFLERS»
Barraycoa apunta que «la Guerra de Sucesión se interpreta desde los ámbitos del nacionalismo como una guerra de Castilla contra Cataluña donde algunos catalanes, los “botiflers” —uno de los peores insultos políticos que uno puede recibir en Cataluña—, traicionaron a Cataluña. En ningún momento los nacionalistas reconocen que fue una guerra de disputa dinástica, donde los catalanes, al igual que los castellanos, lucharon por el Rey de España». Sin embargo, el autor aclara que «si bien, indudablemente, buena parte de Cataluña se posicionó con el Archiduque Carlos, también muchos catalanes estaban a favor de Felipe V y hubieron de sufrir una persecución atroz por parte de otros catalanes».
Otro de los epígrafes de esta nueva publicación remite al origen «botifler» de los Mossos d' Escuadra, la policía autonómica de Cataluña: «Este cuerpo policial pretende ser una continuación de los antiguos Mossos, cuya historia conviene recordar. El fundador de los Mossos d’Escuadra fue Pedro Antonio Veciana, un felipista no muy destacado pero que consiguió hacer una pequeña fortuna pertrechando al ejército de Felipe V. ...] El cuerpo de los Mossos fue suprimido en 1868, y no por un madrileño, sino por un catalán: el General Prim. La excusa fue económica. [...] Pero detrás se escondía otro motivo: el carácter monárquico de los Mossos, que los convertían en sospechosos conspiradores monárquicos tras la caída de Isabel II».
LA ZARZUELA, ÉXITO EN BARCELONA
Barraycoa alude a la obra «La cultura del catalanismo», en la que Joan-Lluís Marfany «realiza una recopilación de datos sobre la enorme difusión que tuvo la zarzuela en Cataluña a finales del XIX». En ella concluye: «Era el espectáculo preferido de la mayoría de catalanes». Así describe la situación en uno de sus capítulos: «Hubo una época, entre los años veinte y treinta, en que las zarzuelas se estrenaban antes en Barcelona que en Madrid, como es el caso de las composiciones de Sorozábal “Katiuska” o “La tabernera del puerto”. [...] Sin embargo, hoy es prácticamente imposible asistir a una representación del género chico en la ciudad condal. Ahora bien, si uno quiere asistir a obras de teatro en catalán subvencionadas y de lo más extravagantes, no encontrará problema».

14 septiembre 2011

Adhesión a la solicitud de modificación del escudo de Los Hinojosos‏

Necesitamos Hinojoseños que se adhieran a esta iniciativa enviando un correo al ayuntamiento de Los Hinojosos.
Asunto: 
http://du104w.dub104.mail.live.com/mail/clear.gif
Para: loshinojosos@dipucuenca.es
Sra. Alcaldesa de Los Hinojosos:

Actual que carece de la preceptiva aprobación de la Real Academia de La Historia.
Propuesto por D. José María Rubio Moya basado en datos históricos.

Cesáreo Fraile Izquierdo, con DNI XXXXXXXXX, se adhiere a la iniciativa de D. José María Rubio Moya para la modificación del escudo y bandera de nuestro pueblo, toda vez que se ha detectado irregularidades en su solicitud, al no tener en cuenta el preceptivo informe de la RealAcademia de La Historia, que se adjunta.


Boletín de la Real Academia de la Historia. Tomo CCII, Número III. Año 2005. 

Los Hinojosos 
(Cuenca) 

ESCUDO Y BANDERA 

   La forma plural del topónimo se debe a la existencia de dos jurisdicciones señoriales, una la Orden de Santiago, y otra de la casa de Villena Escalona. Esta circunstancia se ha querido recordar en el escudo de armas proyectado mediante la cruz espada de los caballeros de Santiago y una corona de tres florones. 
   
Es evidente que una corona de este tipo que modernamente se asigna como timbre de sus armas a los titulares de un marquesado, no representa precisamente al de Villena; en todo caso, a uno cualquiera o, mejor, genéricamente a esa categoría nobiliaria. Para recordar en un escudo de armas a la casa de Villena Escalona debe recurrirse, naturalmente, a los emblemas heráldicos que distinguen a este linaje. 

Por otra parte, si bien modernamente la cruz espada se acepta como emblema de la Orden de Santiago, es un uso carente de apoyo histórico. La cruz espada era el distintivo usado por los caballeros de la Orden, mientras que los estandartes, sellos, etc. aparecía el emblema propio de la Orden toda: la cruz floronada cantonada (o cargada) de veneras. También hoy se ha asignado a la cruz espada significaciones más desatinadas: el Apóstol Santiago, la ciudad de Compostela, toda Galicia…, nacidas de la ignorancia y propiciadoras de la tergiversación, no debemos aceptarlas. 

En la bandera aparece el escudo de armas rechazado, por lo que deberá prepararse otro proyecto que evite los inconvenientes señalados. 
                                                                           
                                                                   Faustino Menéndez Pidal.


Saludos.

Jota festiva de un manchego en un espejo.





Un manchego en un espejo

un manchego en un espejo
se miraba y se decía
que cara de burro tiene
ese tío que me mira
ese tío que me mira
un manchego en un espejo

03 septiembre 2011

Ermitas desaparecidas en Los Hinojosos

Ermita de San Andrés

La ermita de San Andrés fue edificada cuando la frontera de Castilla con los reinos árabes fue consolidada más allá del Tajo, tras la victoria obtenida sobre los almohades por los reyes Alfonso VIII de Castilla, Pedro II de Aragón y Sancho VII de Navarra en la batalla de las Navas de Tolosa (16 de julio de 1212). Fue después de estas fechas cuando las tierras manchegas fueron repobladas por gentes cristianas procedentes de los reinos vencedores. En lugar Las Labosas se fundó la Parroquial de San Andrés y fue construida la ermita en la cual recibían culto, además del santo Apóstol, San Antonio Abad y la Virgen María en la advocación de Nuestra Señora del Roble.

El santuario estaba edificado sobre una pequeña elevación del terreno, cercado por una pared de mampostería, bardada según los usos de la época. Sus cimientos delimitan un rectángulo de 19´35 metros de largo por 6´40 metros de ancho. Sobre ellos aún perduran algunos trozos de sus muros de apenas un metro de altura.

Según consta autos de las Visitas Pastorales de los años 1576, 1588 y 1623, La ermita estaba cubierta por un tejado a dos aguas. Tenía dos ventanas, una en el muro norte protegida con una reja, y otra en el muro sur. La entrada estaba situada en el testero de poniente, con un pequeño tejado, a manera de tambanillo, para defender a las puertas de la acción del sol y del agua. Sobre el hastial del testero se levantaba la espadaña que servía de campanario.

En su interior, una lumbrera daba claridad a la capilla principal situada en el testero al saliente. Cerca de él hay unos cimientos sobre los que probablemente descansaba el arco de la capilla y la verja metálica de la que nos hablan los escritos, cuya puerta estaba provista de un cerrojo con llave para cerrarla cuando la entrada principal estaba abierta durante el día. La capilla estaba presidida por la imagen de San Andrés. En las paredes laterales había unos rompimientos en forma de tabernáculo donde estaban las imágenes de la Virgen del Roble y la de San Antón.

Doscientos años después, por causas por causas no aclaradas, tal vez relacionadas con una terrible enfermedad que azotaba algunas zonas de forma endémica desde el siglo XIV, la peste negra, los vecinos migraron a los pueblos cercanos, haciéndola la mayor parte de ellos a la villa de El Hinojoso de la Orden donde fijaron su residencia. La parroquial de San Andrés fue anexionada a la de San Bernabé de la citada villa, cuya fábrica quedó obligada a realizar y sufragar las obras necesarias para su mantenimiento y conservación, por ser la receptora de los beneficios de las tierras que habían pasado a su administración, unas cuarenta fanegas de tierra, y una viña de 600 cepas.
Ante lo gravoso que le resultaba a la Parroquial de San Bernabé tener ermita abierta al culto, en un lugar despoblado a más de leguas de la villa, en 1668, la autoridad eclesiástica autorizó su clausura y el traslado de sus imágenes a la ermita de san Antón. En 1864, el Prior de Uclés autorizó su venta en pública almoneda (Libro Becerro de la Orden, año 1532):

Su producto se invirtió en dar sopa económica a los pobres con acuerdo y licencia del Sr. Obispo, Prior de Uclés, sometida a la Junta de Caridad establecida en esta villa de orden del Concejo, la que invirtió más de trece mil reales que se juntaron de varias limosnas y rentas, en la manutención de 300 pobres, con la sopa económica

En la actualidad aún quedan restos de lo que fue el santuario, vestigios de la casa del santero y de la cerca que rodeaba el lugar.

Ruinas de la Ermita de San Andrés

Ermita de San Sebastián

A finales del siglo XVII, la Parroquial de la villa de El Hinojoso de la Orden decidió edificar una ermita dedicada a San Sebastián sobre las ruinas de un santuario, levantado hacía muchísimos años, en el lugar donde los idólatras daban culto al dios de la fecundidad representado por esculturas fálicas.

Las obras comenzaron el año 1668 bajo la dirección del maestro alarife Diego López Alarcona. En 1690, acabado el levantamiento de los muros, rematada la cubierta y enlucidas las paredes, fue construido un púlpito e instalada una pila de piedra buena para el agua bendita. El maestro carpintero, Juan Vizcaíno, hizo un escaño de madera, dos bancos bajos y dos cruces de madera, una para colocarla junto a la benditera y otra para el coro. Obra de Diego López Alarcona fue el escaño grande del coro, un banco bajo y el facistol. El herrero de la villa, Simón Cid, forjó dos hacheros. Además, fueron comprados manteles con puntillas para el altar, y una campanilla. Sobre la puerta de entrada fue construido un tambanillo para protegerlas del sol y de las lluvias. Durante estos tres años los gastos ascendieron a 964 reales y 17 maravedíes de vellón.

En 1691 fue instalada una lámpara de hierro. Al año siguiente compraron dos tablillas para poner, en una, las palabras de la Consagración y, en otra, las del Evangelio de San Juan. En el altar pusieron un frontal de raso con flores.

Durante el trienio 1694-1696, colocaron una ventana (20 reales), mandaron hacer un alamud para la puerta de entrada, instalaron una verja para separar el altar del resto de la nave, y adquirieron una imagen del Santo, hecha en Toledo, por 1200 reales de vellón.

En 1699, el maestro de primera, Lucas Ortiz, hizo el retablo, con dosel, por 1234 reales de vellón. La falta de dinero obligó a posponer su dorado hasta el año 1707, y fue la causa de que no pudiera acabarse hasta el de 1711. Su costo total fue de 1793 reales, incluida la pintura de las capillas de la ermita.

La fábrica de la ermita no tenía más ingresos que las limosnas allegadas por el mayordomo durante el año. Normalmente recogían seis fanegas de trigo y otras tantas de cebada, cuyo precio de venta era de dieciséis y siete reales/fanega respectivamente, más los donativos en metálico depositados por los fieles en la bacía de azófar que se ponía en la iglesia el día de Viernes Santo, y lo procedente de la venta de lo cosechado en el alcacer de su propiedad (una fanega de siembra). Por esta razón, los gastos eran los imprescindibles para que el saldo anual no resultara negativo, opero a partir del año 1712 no hubo forma de evitarlo debido a las continuas y costosas obras de mantenimiento del edificio.

En la Visita Pastoral del día 4 de mayo de 1740, el Prior don Diego Sánchez Corralero dispuso la supresión del gasto de la pólvora el día de la víspera de la fiesta (20 de enero) y mandó se arreglara el testero de los pies de la ermita que se había caído.

La situación fue a peor durante los lustros siguientes, hasta que el Prior, don Pedro de la Fuente Alcázar, después de comprobar personalmente el estado ruinoso del santuario, y ser informado por la Comisión de Visita de las circunstancias concurrentes: falta de fondos, carencia de dotación y ausencia de benefactores, decidió cerrarlo al culto (9 de marzo de 1751). Según el mandato de Su Ilustrísima, el retablo y la imagen del Santo, así como todas sus pertenencias y enseres, debían ser trasladados al Templo Parroquial. Una vez desamueblado el santuario, debía retirarse la teja y la madera y, finalmente, proceder a la demolición de, os ruinosos muros para evitar desgracias personales.

La ejecución y gestión de su mandato fue encomendada al Licenciado don Alfonso de Perea y Lara, a quién dio Comisión en forma, encargándole la venta de la teja, la madera y el alcacer en pública subasta. El importe de lo obtenido debía emplearse en la instalación del altar de San Sebastián, en el pago de los quinientos noventa y siete reales y seis maravedíes a don Tomás de Perea y Lara, y lo sobrante, quedar a beneficio de la iglesia, de todo lo cual don Alfonso de Perea llevaría detallada cuenta para darla cuando le fuera pedida por él o por sus sucesores en el cargo

El 21 de noviembre de ese mismo año, presente el Juez de Comisión, don José Balero, dio comienzo el desmantelamiento de la ermita. Bajo la dirección del maestro alarife Julián Sánchez Izquierdo, el retablo fue dislocado y trasladado a la iglesia por los mozos contratados para ello. Posteriormente hicieron lo mismo con los tres escaños, los bancos, la pila del agua bendita, dos lámparas, el frontal, los manteses, las sacras, el facistol, el atril y la imagen del Santo, según consta en el acta extendida por el señor Juez. Trasladados todos los enseres, se procedió a la retirada de la teja y de la madera bajo la vigilancia de los clérigos de Órdenes Menores nombrados para este cometido, don Martín Gallardo y don Alfonso Ruiz. Todo lo aprovechable de la ermita, incluido el alcacer de su propiedad, fue vendido en pública subasta.

Por lo que se refiere a la demolición del edificio sólo se conserva un escrito, según el cual, don Alfonso de Perea y Lara, para dar cumplimiento a su Comisión y no ocasionar dilataciones perjudiciales, mandó citar al alarife Julián Sánchez para que reconociera y dictaminara, según su leal saber y entender, si lo muros podían mantenerse en el precario estado en que estaban hasta el mes de marzo o abril, o si era más prudente derribarlos lo antes posible. No consta diligencia alguna sobre el informe del alarife, ni de la providencia que, su consecuencia, tomara don Alfonso.


Restos de la Ermita de San Sebastián


Recreación de la Ermita de San Sebastián

Ermita de la Concepción.

Fue construida en la segunda mitad del siglo XV. Cerrada al culto durante muchos años, fue cedida Ayuntamiento en 1922. Su fachada, tenía tres balcones. La entrada estaba precedida por un pórtico, a manera de claustro con tres arcos de piedra de sillería, al que se abrían dos ventanas enrejadas y la entrada, con arco de medio punto y puertas de madera guarnecida con clavos de hierro. Cuando el Ayuntamiento, a finales del siglo XX, levantó en el solar de la ermita un edificio de nueva planta, pusieron unas puertas nueva, y las hasta entonces existentes fueron donadas y colocadas en la entrada de la casa núm. 2 de la calle del Doctor Marín.

Ermita de la Concepción

Ermita de San Antón

En una pequeña elevación del terreno, situada a unos doscientos de la población, a mano derecha según se va por el camino del arenal, se levanta en la actualidad una original construcción, que rompe con el estilo tradicional en este tipo de santuarios, conocida como la Ermita de las Tres Civilizaciones.
En este lugar existía una ermita dedicada a San Antón. Los primeros documentos que a ella hacen referencia datan de la segunda mitad del siglo XVII. En 1666 está reseñado el pago anual de treinta reales de vellón al cura propio de la Parroquial de San Bernabé por las doce misas rezadas en sufragio de las almas de "aquellos que habían dejado su hacienda a la ermita", más una misa cantada, con homilía, letanías, preces y procesión con la imagen del santo el día de su festividad. A la ermita le habían legado un olivar colindante con la parcela en donde estaba edificada.

En 1668 la ermita de San Antón adquiere especial protagonismo al ser depositadas en ellas la imágenes de la Virgen del Roble y de San Andrés, cuando fue cerrada al culto la ermita de Las Labosas, de la cual era titular en citado Apóstol. En 1679 fue demolida y en el lugar que ocupaba fue edificada otra de nueva planta cuyas obras, dirigidas por el alarife Thomás de Molina, acabaron en 1697. Desde entonces, la ermita de San Antón fue conocida popularmente como la Ermita del Roble. En ella se celebraron las funciones religiosas en honor a San Antón y, hasta el año 1742, las de los días siete, ocho y nueve de septiembre en honor a la Virgen del Roble.

La ermita fue cerrada al culto al acabar la Guerra de la Independencia Española de 1808. Desde marzo de 1821 hasta agosto de 1834 fue utilizada para sepultar en ella a los feligreses fallecidos de la parroquial de San Bernabé.

En 1822 fue desarmado el retablo y trasladado a la ermita de Nuestra Señora de la Concepción junto con el resto de los enseres. Posteriormente se procedió a la retirada de lo todo que pudiera ser vendido (teja y madera). Sus puertas fueron colocadas en el llamado Cementerio Viejo.

En el lugar que ocupó la Ermita del Roble, en 1982 fue construida la Ermita de las tres Civilizaciones. El documento redactado con motivo de la colocación de la primera piedra dice así:

Siendo las once horas del día 15 de Mayo, festividad de S. Isidro labrador, de 1982, y viniendo en Rogativas para suplicar el agua ante la pertinente sequía, se coloca esta primera piedra de lo que será (D.M.) la ermita de las tres civilizaciones, la nómada de San Antón, la sedentaria de San Isidro, y la tecnológica de San Cristóbal.
Sobre las ruinas de la que fue ermita de San Antón del siglo XVII, hoy rescatado su olvido y parte del terreno donde estaba enclavada, nosotros, los hijos e Los Hinojosos deseamos perpetuar la misma FE de San Antón, la PACIENCIA de San Isidro, y la ACCIÓN HUMANITARIA de San Cristóbal.
La obra tiene una arquitectura metálica, de hierro, con una perspectiva aerodinámica, divisándose desde ella las Torres, de la Orden y del Marquesado, unidas por un solo pueblo que quiere vivir en Paz, el Amor y la Unidad, y sus arcos estarán siempre abiertos para recibir las oraciones y súplicas de los fieles hinojoseños.
Con asistencia de las autoridades civiles Sr. Alcalde, Donato Ramírez Chacón; militares, Sr. Comandante del Puesto de la Guardia Civil, Antonio Belmar Torralba, siendo Presidente de la Cámara Agraria, Jesús Ortega Izquierdo; Presidente de la Hermandad de S. Antón, Ramón Mena Sánchez; Presidente de la Hermandad de S. Isidro, Armando Albendea Ruiz, y Presidente de la Hermandad de San. Cristóbal, Aquilino García, todos los cuales firman este documento para que sirva de testimonio histórico y de fe del pueblo de Los Hinojosos.- Dado el 15 de Mayo de 1982.- Firmado y rubricado por todos los citados, y por Miguel Santiago como Secretario.


Ermita de las Tres Civilizaciones


Entrada original del colaborador: D. José María Rubio Moya.