La ermita de San Andrés fue edificada cuando la frontera de Castilla con los reinos árabes fue consolidada más allá del Tajo, tras la victoria obtenida sobre los almohades por los reyes Alfonso VIII de Castilla, Pedro II de Aragón y Sancho VII de Navarra en la batalla de las Navas de Tolosa (16 de julio de 1212). Fue después de estas fechas cuando las tierras manchegas fueron repobladas por gentes cristianas procedentes de los reinos vencedores. En lugar Las Labosas se fundó la Parroquial de San Andrés y fue construida la ermita en la cual recibían culto, además del santo Apóstol, San Antonio Abad y la Virgen María en la advocación de Nuestra Señora del Roble.
El santuario estaba edificado sobre una pequeña elevación del terreno, cercado por una pared de mampostería, bardada según los usos de la época. Sus cimientos delimitan un rectángulo de 19´35 metros de largo por 6´40 metros de ancho. Sobre ellos aún perduran algunos trozos de sus muros de apenas un metro de altura.
Según consta autos de las Visitas Pastorales de los años 1576, 1588 y 1623, La ermita estaba cubierta por un tejado a dos aguas. Tenía dos ventanas, una en el muro norte protegida con una reja, y otra en el muro sur. La entrada estaba situada en el testero de poniente, con un pequeño tejado, a manera de tambanillo, para defender a las puertas de la acción del sol y del agua. Sobre el hastial del testero se levantaba la espadaña que servía de campanario.
En su interior, una lumbrera daba claridad a la capilla principal situada en el testero al saliente. Cerca de él hay unos cimientos sobre los que probablemente descansaba el arco de la capilla y la verja metálica de la que nos hablan los escritos, cuya puerta estaba provista de un cerrojo con llave para cerrarla cuando la entrada principal estaba abierta durante el día. La capilla estaba presidida por la imagen de San Andrés. En las paredes laterales había unos rompimientos en forma de tabernáculo donde estaban las imágenes de la Virgen del Roble y la de San Antón.
Doscientos años después, por causas por causas no aclaradas, tal vez relacionadas con una terrible enfermedad que azotaba algunas zonas de forma endémica desde el siglo XIV, la peste negra, los vecinos migraron a los pueblos cercanos, haciéndola la mayor parte de ellos a la villa de El Hinojoso de la Orden donde fijaron su residencia. La parroquial de San Andrés fue anexionada a la de San Bernabé de la citada villa, cuya fábrica quedó obligada a realizar y sufragar las obras necesarias para su mantenimiento y conservación, por ser la receptora de los beneficios de las tierras que habían pasado a su administración, unas cuarenta fanegas de tierra, y una viña de 600 cepas.
Ante lo gravoso que le resultaba a la Parroquial de San Bernabé tener ermita abierta al culto, en un lugar despoblado a más de leguas de la villa, en 1668, la autoridad eclesiástica autorizó su clausura y el traslado de sus imágenes a la ermita de san Antón. En 1864, el Prior de Uclés autorizó su venta en pública almoneda (Libro Becerro de la Orden, año 1532):
…Su producto se invirtió en dar sopa económica a los pobres con acuerdo y licencia del Sr. Obispo, Prior de Uclés, sometida a la Junta de Caridad establecida en esta villa de orden del Concejo, la que invirtió más de trece mil reales que se juntaron de varias limosnas y rentas, en la manutención de 300 pobres, con la sopa económica…
En la actualidad aún quedan restos de lo que fue el santuario, vestigios de la casa del santero y de la cerca que rodeaba el lugar.
Ermita de San Sebastián
A finales del siglo XVII, la Parroquial de la villa de El Hinojoso de la Orden decidió edificar una ermita dedicada a San Sebastián sobre las ruinas de un santuario, levantado hacía muchísimos años, en el lugar donde los idólatras daban culto al dios de la fecundidad representado por esculturas fálicas.
Las obras comenzaron el año 1668 bajo la dirección del maestro alarife Diego López Alarcona. En 1690, acabado el levantamiento de los muros, rematada la cubierta y enlucidas las paredes, fue construido un púlpito e instalada una pila de piedra buena para el agua bendita. El maestro carpintero, Juan Vizcaíno, hizo un escaño de madera, dos bancos bajos y dos cruces de madera, una para colocarla junto a la benditera y otra para el coro. Obra de Diego López Alarcona fue el escaño grande del coro, un banco bajo y el facistol. El herrero de la villa, Simón Cid, forjó dos hacheros. Además, fueron comprados manteles con puntillas para el altar, y una campanilla. Sobre la puerta de entrada fue construido un tambanillo para protegerlas del sol y de las lluvias. Durante estos tres años los gastos ascendieron a 964 reales y 17 maravedíes de vellón.
En 1691 fue instalada una lámpara de hierro. Al año siguiente compraron dos tablillas para poner, en una, las palabras de la Consagración y, en otra, las del Evangelio de San Juan. En el altar pusieron un frontal de raso con flores.
Durante el trienio 1694-1696, colocaron una ventana (20 reales), mandaron hacer un alamud para la puerta de entrada, instalaron una verja para separar el altar del resto de la nave, y adquirieron una imagen del Santo, hecha en Toledo, por 1200 reales de vellón.
En 1699, el maestro de primera, Lucas Ortiz, hizo el retablo, con dosel, por 1234 reales de vellón. La falta de dinero obligó a posponer su dorado hasta el año 1707, y fue la causa de que no pudiera acabarse hasta el de 1711. Su costo total fue de 1793 reales, incluida la pintura de las capillas de la ermita.
La fábrica de la ermita no tenía más ingresos que las limosnas allegadas por el mayordomo durante el año. Normalmente recogían seis fanegas de trigo y otras tantas de cebada, cuyo precio de venta era de dieciséis y siete reales/fanega respectivamente, más los donativos en metálico depositados por los fieles en la bacía de azófar que se ponía en la iglesia el día de Viernes Santo, y lo procedente de la venta de lo cosechado en el alcacer de su propiedad (una fanega de siembra). Por esta razón, los gastos eran los imprescindibles para que el saldo anual no resultara negativo, opero a partir del año 1712 no hubo forma de evitarlo debido a las continuas y costosas obras de mantenimiento del edificio.
En la Visita Pastoral del día 4 de mayo de 1740, el Prior don Diego Sánchez Corralero dispuso la supresión del gasto de la pólvora el día de la víspera de la fiesta (20 de enero) y mandó se arreglara el testero de los pies de la ermita que se había caído.
La situación fue a peor durante los lustros siguientes, hasta que el Prior, don Pedro de la Fuente Alcázar, después de comprobar personalmente el estado ruinoso del santuario, y ser informado por la Comisión de Visita de las circunstancias concurrentes: falta de fondos, carencia de dotación y ausencia de benefactores, decidió cerrarlo al culto (9 de marzo de 1751). Según el mandato de Su Ilustrísima, el retablo y la imagen del Santo, así como todas sus pertenencias y enseres, debían ser trasladados al Templo Parroquial. Una vez desamueblado el santuario, debía retirarse la teja y la madera y, finalmente, proceder a la demolición de, os ruinosos muros para evitar desgracias personales.
La ejecución y gestión de su mandato fue encomendada al Licenciado don Alfonso de Perea y Lara, a quién dio Comisión en forma, encargándole la venta de la teja, la madera y el alcacer en pública subasta. El importe de lo obtenido debía emplearse en la instalación del altar de San Sebastián, en el pago de los quinientos noventa y siete reales y seis maravedíes a don Tomás de Perea y Lara, y lo sobrante, quedar a beneficio de la iglesia, de todo lo cual don Alfonso de Perea llevaría detallada cuenta para darla cuando le fuera pedida por él o por sus sucesores en el cargo
El 21 de noviembre de ese mismo año, presente el Juez de Comisión, don José Balero, dio comienzo el desmantelamiento de la ermita. Bajo la dirección del maestro alarife Julián Sánchez Izquierdo, el retablo fue dislocado y trasladado a la iglesia por los mozos contratados para ello. Posteriormente hicieron lo mismo con los tres escaños, los bancos, la pila del agua bendita, dos lámparas, el frontal, los manteses, las sacras, el facistol, el atril y la imagen del Santo, según consta en el acta extendida por el señor Juez. Trasladados todos los enseres, se procedió a la retirada de la teja y de la madera bajo la vigilancia de los clérigos de Órdenes Menores nombrados para este cometido, don Martín Gallardo y don Alfonso Ruiz. Todo lo aprovechable de la ermita, incluido el alcacer de su propiedad, fue vendido en pública subasta.
Por lo que se refiere a la demolición del edificio sólo se conserva un escrito, según el cual, don Alfonso de Perea y Lara, para dar cumplimiento a su Comisión y no ocasionar dilataciones perjudiciales, mandó citar al alarife Julián Sánchez para que reconociera y dictaminara, según su leal saber y entender, si lo muros podían mantenerse en el precario estado en que estaban hasta el mes de marzo o abril, o si era más prudente derribarlos lo antes posible. No consta diligencia alguna sobre el informe del alarife, ni de la providencia que, su consecuencia, tomara don Alfonso.
Restos de la Ermita de San Sebastián |
Ermita de la Concepción.
Fue construida en la segunda mitad del siglo XV. Cerrada al culto durante muchos años, fue cedida Ayuntamiento en 1922. Su fachada, tenía tres balcones. La entrada estaba precedida por un pórtico, a manera de claustro con tres arcos de piedra de sillería, al que se abrían dos ventanas enrejadas y la entrada, con arco de medio punto y puertas de madera guarnecida con clavos de hierro. Cuando el Ayuntamiento, a finales del siglo XX, levantó en el solar de la ermita un edificio de nueva planta, pusieron unas puertas nueva, y las hasta entonces existentes fueron donadas y colocadas en la entrada de la casa núm. 2 de la calle del Doctor Marín.
Ermita de la Concepción
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Ermita de San Antón
En una pequeña elevación del terreno, situada a unos doscientos de la población, a mano derecha según se va por el camino del arenal, se levanta en la actualidad una original construcción, que rompe con el estilo tradicional en este tipo de santuarios, conocida como la Ermita de las Tres Civilizaciones.
En este lugar existía una ermita dedicada a San Antón. Los primeros documentos que a ella hacen referencia datan de la segunda mitad del siglo XVII. En 1666 está reseñado el pago anual de treinta reales de vellón al cura propio de la Parroquial de San Bernabé por las doce misas rezadas en sufragio de las almas de "aquellos que habían dejado su hacienda a la ermita", más una misa cantada, con homilía, letanías, preces y procesión con la imagen del santo el día de su festividad. A la ermita le habían legado un olivar colindante con la parcela en donde estaba edificada.
En 1668 la ermita de San Antón adquiere especial protagonismo al ser depositadas en ellas la imágenes de la Virgen del Roble y de San Andrés, cuando fue cerrada al culto la ermita de Las Labosas, de la cual era titular en citado Apóstol. En 1679 fue demolida y en el lugar que ocupaba fue edificada otra de nueva planta cuyas obras, dirigidas por el alarife Thomás de Molina, acabaron en 1697. Desde entonces, la ermita de San Antón fue conocida popularmente como la Ermita del Roble. En ella se celebraron las funciones religiosas en honor a San Antón y, hasta el año 1742, las de los días siete, ocho y nueve de septiembre en honor a la Virgen del Roble.
La ermita fue cerrada al culto al acabar la Guerra de la Independencia Española de 1808. Desde marzo de 1821 hasta agosto de 1834 fue utilizada para sepultar en ella a los feligreses fallecidos de la parroquial de San Bernabé.
En 1822 fue desarmado el retablo y trasladado a la ermita de Nuestra Señora de la Concepción junto con el resto de los enseres. Posteriormente se procedió a la retirada de lo todo que pudiera ser vendido (teja y madera). Sus puertas fueron colocadas en el llamado Cementerio Viejo.
En el lugar que ocupó la Ermita del Roble, en 1982 fue construida la Ermita de las tres Civilizaciones. El documento redactado con motivo de la colocación de la primera piedra dice así:
Siendo las once horas del día 15 de Mayo, festividad de S. Isidro labrador, de 1982, y viniendo en Rogativas para suplicar el agua ante la pertinente sequía, se coloca esta primera piedra de lo que será (D.M.) la ermita de las tres civilizaciones, la nómada de San Antón, la sedentaria de San Isidro, y la tecnológica de San Cristóbal.
Sobre las ruinas de la que fue ermita de San Antón del siglo XVII, hoy rescatado su olvido y parte del terreno donde estaba enclavada, nosotros, los hijos e Los Hinojosos deseamos perpetuar la misma FE de San Antón, la PACIENCIA de San Isidro, y la ACCIÓN HUMANITARIA de San Cristóbal.
La obra tiene una arquitectura metálica, de hierro, con una perspectiva aerodinámica, divisándose desde ella las Torres, de la Orden y del Marquesado, unidas por un solo pueblo que quiere vivir en Paz, el Amor y la Unidad , y sus arcos estarán siempre abiertos para recibir las oraciones y súplicas de los fieles hinojoseños.
Con asistencia de las autoridades civiles Sr. Alcalde, Donato Ramírez Chacón; militares, Sr. Comandante del Puesto de la Guardia Civil , Antonio Belmar Torralba, siendo Presidente de la Cámara Agraria , Jesús Ortega Izquierdo; Presidente de la Hermandad de S. Antón, Ramón Mena Sánchez; Presidente de la Hermandad de S. Isidro, Armando Albendea Ruiz, y Presidente de la Hermandad de San. Cristóbal, Aquilino García, todos los cuales firman este documento para que sirva de testimonio histórico y de fe del pueblo de Los Hinojosos.- Dado el 15 de Mayo de 1982.- Firmado y rubricado por todos los citados, y por Miguel Santiago como Secretario.
Ermita de las Tres Civilizaciones |
Entrada original del colaborador: D. José María Rubio Moya.