15 noviembre 2009

CAMPS Y LAS HISTORIAS DEL ABUELO

Aunque Paco ya les ha pedido perdón por el exabrupto del otro día, no está de más que lo repita yo desde esta humilde tribuna. Al pobre Paco, con las barbaridades que se han dicho sobre él, está que no le llega la camisa (de Milano, se entiende) al cuerpo, y es normal que la mente le haya jugado esta mala pasada, retrotrayéndolo a las viejas historias de la infancia. Como aquellas que contaban entre risas nuestros abuelos, que no los suyos, sobre noches oscuras, camionetas, cunetas y tiros en la nuca.

También puede parecerles a alguno de ustedes un viaje al pasado el último comunicado de la Conferencia Episcopal, que amenaza de excomunión a quienes participen en un aborto, pero no lo es en absoluto. Bien al contrario, la Iglesia, afortunadamente para los creyentes, está siempre al día de lo que sucede en la sociedad. Como lo demuestra el hecho de que no hayan dejado pasar la barbaridad que pretende la Junta de Extremadura con sus talleres de educación sexual, que el pueblo ya ha bautizado, con su habitual gracejo, como “talleres de masturbación”.

Pero ¿dónde se ha visto semejante despropósito? ¿Qué pretenden hacer con nuestros niños y adolescentes? Es mentira que en este bendito país no haya existido hasta ahora educación sexual. La hemos recibido desde siempre, pero de una manera discreta, recatada y con la guía de verdaderos expertos en el tema. Los que hemos ido a colegio religioso, lo sabemos muy bien. Cuando teníamos un problema se iba al confesionario, se contaba la duda o el pecado, se respondía a las numerosas preguntas que nos hacía el sacerdote, y no sólo se recibía el consejo de un hombre sabio y experto, si no que los más agraciados disfrutábamos de su comprensión y de todo su cariño. Un cariño que dudo que les puedan ofrecer unos monitores formados por Dios sabe que extravagantes teorías freudianas.

BORJA MARÍA ZALLANA DE LOS ACEBOS

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