07 octubre 2009

EL GRAN NEGOCIO DEL AGUA EMBOTELLADA

Hace bastantes años, llegabas a un restaurante, y lo primero que te ponían encima de la mesa era una gran jarra con agua.
Si de niño tenías sed cuando paseabas o jugabas en la calle, podías pasar a un bar o restaurante y pedir un vaso de agua totalmente gratis.
Pero desde que se descubrió que el negocio era poner una botella encima de la mesa y cuanto más pequeña mejor, para que repitas el pedido y vuelvas a pagar un par de euros, se acabó la jarra y el vaso.
Si vas por la calle y tienes sed, a comprar una botella de un 1/3 de litro que te cobran a 1 euro como mínimo, cuando a ellos les ha costado 20 céntimos.
La Jarra, lo que el negocio se llevó.

Las autoridades municipales tambien han contribuido a que se comercialice el agua, ya que la instalación de fuentes públicas son escasas, y a veces faltas de higiene y mantenimiento.
Y no hablemos nada de las dichosas maquinitas de coloridos llamativos, que te encuentras en cada rincón o establecimiento, sea del tipo que sea, para que sacies la sed con cualquier clase de bebida, rascándote el bolsillo, claro....¡Y a que precios¡.
El negocio del agua. Hay palabras que debería estar prohibido que aparecieran ligadas en el lenguaje y en la vida real. El agua nunca debería ser un negocio, sino un bien común. De hecho, en teoría en parte es así… al menos en el primer mundo.

No es mi objetivo abrumaros con una serie de datos por otro lado indiscutibles, pero sí proporcionaros algunas pinceladas para que veáis de qué va el tema:

El consumo del agua embotellada ya es el segundo o tercer mayor negocio del mundo, sólo por detrás del petróleo y el café.

En el 2004, Coca-Cola tuvo que reconocer que el agua que comercializaba como Dassain era agua común y corriente del grifo. Obviamente, no es el único caso, pero quizás es uno de los más significativos. Es sabido que una gran cantidad del agua que se vende embotellada no es más que agua tomada de la red pública.

Baza, localidad del sur de España conocida hasta hace poco por sus aguas, ha visto como sus 32 manantiales y fuentes se secaban gracias al expolio de las grandes empresas dedicadas a la comercialización de aguas embotelladas. De nuevo, sólo es uno de los ejemplos más sangrantes.

Hay estudios que certifican que son necesarios sólo en EEUU 1,5 millones de barriles de petróleo para fabricar las botellas de agua necesarias para cubrir su demanda, con el correspondiente costo ecológico.

Hay más datos demoledores. Pero hay una faceta que me parece especialmente fascinante, y es como han logrado grabarnos en el cerebro la idea de que el consumir agua embotellada es “sano”. Si uno hace caso a los anuncios que incesantemente nos sacuden en televisión, beber agua (embotellada, claro), es la panacea para casi todo, desde la obesidad hasta los cálculos renales.

No sólo eso: nos han vendido la idea de que la gente deportista, la que se cuida, bebe agua embotellada. Y ese concepto snob ha logrado calarnos de una forma honda, realmente profunda.

Y hasta tal punto es un negocio, que se pagan verdaderas fortunas por manantiales sin explotar: lógico, si tenemos en cuenta que la inversión se recupera en poco tiempo. Por ejemplo, por un manantial en la población de Los Naviulcillos, provincia de Toledo, se pagaron 3 millones de euros. No hay problema: la inversión es de poco riesgo si después se vende el agua a precio de oro.

Es, de nuevo, un problema de falta de conciencia global. Estamos instalados en la idea del todo vale, de que todo es negociable, incluso el agua. El mercado encuentra formas de esquivar el bien común incluso cuando existe agua pública en su mayoría de buena calidad y con un coste tanto económico como ambiental infinitamente más sostenible. ¿Para cuando una campaña estatal en defensa del agua pública…?

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