Las recientes revelaciones sobre las presuntas orgías de Silvio Berlusconi en sus muy diversas mansiones italianas, ha dejado un cierto regusto de mala leche entre los que tanto le admiramos. Y no se trata, como podría pensar la mojigata izquierda, por una cuestión moral, si no de confianza.
Yo, personalmente, desconocía que celebrara este tipo de divertidas fiestas, y eso que, como todos ustedes saben, me une una profunda amistad con mi aún más admirado Jose Mari, íntimo de Silvio.
La duda que me asalta es, ¿sabía Jose Mari de la existencia de estas fiestas? Si no lo sabía es que nos había engañado cuando nos contaba la sincera amistad que le une al magnate y gobernante italiano. De todas formas, esta parece una hipótesis fácilmente descartable, ya que la amistad entre ambos es evidente, como lo demuestran las constantes visitas de Aznar a las residencias de Silvio, la invitación a la boda de su hija, o la reciente comida (y no piensen mal que los conozco) del matrimonio Agag-Aznar con el primer ministro italiano, acompañado éste por una de esas jovencitas de las que tanto se habla.
Luego la duda no es sobre la amistad entre ambos, si no sobre el propio Jose Mari, y ahí es donde más nos duele a sus serviles seguidores. Si lo sabía, ¿porqué nunca nos lo dijo, y lo peor, porqué nunca fuimos invitados? ¿Es que acaso los militantes de base no somos merecedores de compartir con ellos estas escasas alegrías que ofrece la vida?
Ya sé que más de un lector se estará llevando las manos a la cabeza al leer esto, sin duda hipócritamente escandalizado por que mi denuncia no va dirigida a la presunta falta de moral de nuestros dirigentes. No he de perder el tiempo en volver a explicarles las ventajas de nuestra doctrina católica sobre otras menos tolerantes con las flaquezas humanas, así que me remito al comunicado que sobre este tema ha publicado el Vaticano, es decir, que me remito a la nada absoluta.
Si quienes más saben de moral, que son nuestros cardenales, se han recluido en el más férreo silencio, cuando muy bien podrían haber amenazado, como es su potestad, con una buena excomunión, será porque no hay nada de lo que arrepentirse. Aunque estoy seguro que más de uno compartirá conmigo el resquemor por no haber sido invitado ¿o sí?.
BORJA MARÍA ZALLANA DE LOS ACEBOS
28/06/2009
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