Un hombre de 93 años, bajo, muy bien vestido, quien cuidaba mucho su apariencia, se está cambiando a una residencia geriátrica hoy.
Su esposa de 90 años, había fallecido hacía escasos días y él se vio obligado a dejar su hogar.
Después de esperar varias horas en la recepción, gentilmente sonríe cuando le dicen que su cuarto está listo.
Conforme camina lentamente al ascensor, usando su bastón, yo le describo su cuarto, incluyendo la hoja de papel que sirve como cortina en la ventana. Me gusta mucho, dijo, con el entusiasmo de un niño con zapatos nuevos.
Señor, usted aún no ha visto su cuarto, espere un momento, ya casi llegamos.
Eso no tiene nada que ver, contesta. Ya está decidido en mi mente que me gusta mi cuarto. Es una decisión que tomo cada mañana cuando me levanto. La felicidad yo la elijo por adelantado. Si me gusta o no el cuarto no depende del mobiliario o la decoración, sino de cómo yo decido verlo. Yo puedo escoger: Puedo pasar mi día en cama enumerando todas las dificultades que tengo con las partes de mi cuerpo que no funcionan bien, o puedo levantarme y dar gracias al cielo por aquellas partes que todavía trabajan bien. Cada día es un regalo, y mientras yo pueda abrir mis ojos, me enfocaré en el nuevo día, y todos los recuerdos felices que he construido durante mi vida. La vejez es como una cuenta bancaria: Tú retiras al final lo que has depositado durante toda tu vida.
Así que mi consejo para ti es que deposites toda la felicidad que tengas en tu cuenta bancaria de recuerdos.Gracias por tu parte para llenar mi cuenta con recuerdos felices, los cuales yo todavía sigo llenando…
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