Según el censo del Marqués de la Ensenada, a mediados del siglo XVIII, el lugar de El Hinojoso de la Orden era una villa de pertenece a la provincia de la Mancha, con cabeza en Almagro, y que tiene 21 vecinos que eran nobles, l00 pecheros, 93 jornaleros que eran pecheros, diez vecinos pecheras que son pobres de solemnidad, 2 vecinos (de los cuales no se dice su condición), que se encuentran sin habitación, y 66 viudas (no indica su situación económica). Poblado por 292 vecinos. Había 6 eclesiásticos seculares, incluidos los seis eclesiásticos seculares y las viudas, atendidos por un médico, un auxiliar sangrador y barbero, y un boticario. Los animales eran cuidados por dos maestros Albéitares herradores.En la villa se contaban hasta 296 casas, de las cuales sólo eran habitables 240. El clero lo componían, un cura, don Joseph Suárez, del hábito de Santiago, dos clérigos presbíteros, y tres clérigos de órdenes menores, auxiliados por un Sacristán mayor organista, encargado, además, del reloj de la torre de la iglesia. Residía en esta población otro sacristán que atendía la iglesia del lugar de El Hinojoso el Marquesado. No había conventos de religiosos ni de religiosas. En la villa, existía una abacería, una casa mesón, una taberna, y un Hospital donde se recogían los viandantes pobres. Si alguno enfermaba, su alimentación corría a cargo de la caridad cristiana. La población también vivía de la agricultura, y de explotaciones domésticas de gallinas, ovejas, cerdos, y abejas (51 colmenas). Todos los oficios citados en El Hinojoso del Marquesado, se repetían en esta villa, más dos maestros de primeras letras, un aguardentero con caldera de destilación, un calderero, un alcabalero y un esquilador. El número de vecinos dedicados a la arriería se reducía a cuatro, de los cuales, uno disponía de cinco caballerías menores y una mayor; otro, de una caballería mayor y siete menores; otro con seis caballerías menores, y otro con cinco caballerías menores "todos ellos dedicados al trato de aceite, pescados y sardinas”. Había en la villa cuatro pobres impedidos, seis limosneros, y seis viudas que viven de la caridad. La aceituna recolectada en la villa y en el lugar de El Hinojoso del marquesado, era llevada en cualquiera de los cuatro molimos de aceite que había en El Hinojoso de la Orden: “el de Lodares”, propiedad de María Herrero Cruzado, vecina de El Hinojoso del Marquesado, situado en el lugar denominado “las eras”, extramuros de la villa; “el de Perea”, propiedad de don Tomás de Perea, vecino de la villa; “el de Palomino”, propiedad de Juan Palomino; “el de Becerra”, ubicado en la calle de los carros, cuyos propietarios eran don Ceferino Becerra, presbítero de esta villa, y don Gregorio Ramírez, de órdenes de menores, de El Pedernoso, a quienes le pertenecía por mitad, y tenían arrendado a Pedro Ruiz Castillo por 500 reales de vellón al año. Los cuatro molinos eran de una piedra y una viga (prensa compuesta de un gran madero horizontal, articulado en uno de sus extremos que se cargaba con pesos en el otro para que bajando, guiado entre dos postes verticales, comprimiera la aceituna molida). El municipio del lugar estaba regido por los alcaldes ordinarios de dicho lugar, por ambos estados, don Joseph de Salazar y Andrés López Mena; los regidores don Francisco de Ochoa y don Juan Connil; el procurador síndico general, Juan Oliveros; los alcaldes de la Santa Hermandad, Manuel Jiménez y Antonio Izquierdo; los capitulares del ayuntamiento con voz y voto en él, don Francisco Antonio de Salazar y don Miguel Ángel, y un alguacil mayor, Joseph de Montalbán, y el escribano Francisco Collado, el personal auxiliar, todos ellos labradores, mayores de edad y vecinos del lugar. El municipio de la villa estaba integrado por cargos similares, más un Consejo General de Justicia y Reconocimiento. Eran propiedad del Común, un Censo de 685 reales de vellón contra los herederos de don Alphonso Delgado, que pagaba un rédito anual de 29 reales y 17 maravedíes de vellón, una carnicería que tenía arrendada, la casa granero del Pósito, una dehesa que se la arrendaba al abastecedor de la carnicería por 30.000 maravedíes, una almotacenía y unos barrancos que se arrendaban por 3.000 y 1.500 maravedíes, respectivamente.
Entrada original de don José María Rubio Moya
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