A día de hoy aún podemos ver a altas horas de la madrugada como algunos astrólogos aparecen entre los anuncios de teletienda de gran parte de cadenas televisivas para deleitar a los incautos que aún están despiertos con su gran don. Aún peor es ver como ocupan cuñas en algunos de los programas de tertulia (por ser políticamente correcto), que lamentablemente están entre los más vistos de la televisión.
Pese al avance del pensamiento crítico y el hecho de que la astrología haya sido mostrada como una creencia mística sin ningún tipo de rigor científico, no sólo la seguimos encontrando en la televisión, sino que también la encontramos en gran parte de periódicos, en forma del famoso horóscopo, o en individuos con más cara que espalda que están dispuestos a adivinar tu futuro observando los astros.
En nuestro universo de conocimiento actual algo tan descabellado como la astrología no tiene ninguna cabida racional, gracias a los avances de los últimos cinco siglos en la observación de los astros y su comportamiento. Pero hubo un tiempo en el que todo tuvo sentido y una razón de ser, entonces Tycho Brahe no había hecho anotaciones de lo observado el cielo, Galileo Galilei no había inventado el telescopio y Copérnico no había demostrado que la Tierra gira en torno al Sol.
Desde que el hombre pasó de ser nómada a sedentario, dejó de observar únicamente la Tierra para alzar la vista a los cielos. Fue entonces cuando las primeras civilizaciones comenzaron a contar los días, los ciclos lunares (a los que llamaron meses) y los ciclos solares (a los que llamaron años). Los astros cercanos parecían influir notablemente sobre la Tierra, pero no fue hasta que Ptolomeo escribió Tetrabiblos en el siglo II después de Cristo cuando se intentó dar por primera vez sentido a todo. Ptolomeo lo tenía claro, si los ciclos solares y lunares influían sobre la Tierra, ¿por qué no iban a influir también los astros menores del firmamento?
En Tetrabiblos, Ptolomeo habla de la influencia de todos los astros del firmamento como algo únicamente físico, una más de muchas fuerzas desconocidas. Consideraba que observando cuidadosamente los cielos, y buscando las correspondencias entre los acontecimientos celestes y terrestres, se podrían conseguir algunas predicciones útiles, aunque no fueran matemáticamente fiables.
De los cuatro libros de los que trata Tetrabiblos, los dos primeros hablan sobre la geografía astrológica, donde se definen el horóscopo y los 12 signos del zodiaco que han llegado a nuestros días, y la predicción del tiempo, intentando emular a los marineros que eran capaces de predecir las lluvias observando los cielos. Los dos últimos son los que hablan sobre la influencia de los astros celestes en el ser humano, y es en estos dos libros donde Ptolomeo habla de la predicción del destino de una persona según la posición de los astros en el momento de su nacimiento.
Como ya he expuesto, pensar en la influencia de los astros sobre la Tierra y los hombres tenía sentido en tiempos de Ptolomeo, y un hecho es que el Tetrabiblos fue el libro de referencia de los astrólogos durante toda la edad media, pero fue entonces cuando Brahe, Galileo y Copérnico desmontaron por completo la geografía astrológica descrita por Ptolomeo en su primer libro, y con ello toda la fiabilidad de Tetrabiblos se desmoronó por completo.Ahora han pasado cuatro siglos desde que la astrología perdió toda credibilidad y aún sigue siendo un negocio en nuestros días. Pero no sólo eso, sino que ahora tiene menos sentido que tal y como la describió Ptolomeo. Ahora, buscando en una guía telefónica, en Internet o quedándonos despiertos hasta altas horas de la mañana, podemos encontrar sin problemas un número de teléfono para llamar a un astrólogo y preguntarle por nuestro futuro. ¿Pero sabéis qué? Ptolomeo nunca fue capaz de responder interrogantes sobre el futuro, ya que según él los astros sólo influían sobre el ser humano según estuvieran situados en el momento de su nacimiento.
Yendo más allá. A causa de la precesión de los equinocios, en nuestro tiempo no vemos las estrellas tal y como las veía Ptolomeo, por ello los signos del zodiaco han cambiado. El Sol entra y sale de cada signo en días distintos a los que lo hacía dos milenios atrás, y no sólo eso, sino que además el Sol al recorrer los signos del zodiaco se introduce en un signo que no existía para Ptolomeo, ya que entonces el Sol no pasaba por él: Ofiuco.
Con todo esto me pregunto en alto. ¿Cuántos de los astrólogos que intentan contribuir amablemente a los gastos de muchos crédulos son conscientes de la historia de la astrología, y de por qué su negocio es un fraude?
Por Milhaud
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Referencia bibliográfica:
“Los descubridores” de Daniel J. Boorstin
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