Dice nuestra querida doña Esperanza, que los ordenadores que propone el Ministerio de Educación para los estudiantes de nuestro país, no son suficientemente grandes, ni buenos, y que de utilizarlos acabarían todos ellos, los alumnos, no los ordenadores, con graves problemas de vista. Y en vez de darle la razón y loar la preocupación que siente por nuestros niños, la izquierda se lanza sobre ella acusándola de oponerse a cualquiera cosa que proponga el Gobierno, aunque ésta pudiera ser (sé que es un imposible) buena.
Pero imaginen por un momento que Esperanza tiene razón. Que los ordenadores son excesivamente pequeños, que los niños no son capaces de encontrar el dichoso icono para aumentar el cuerpo de la letra, (ya saben ustedes lo torpes que son los niños para la tecnología), y que en unos años tenemos millones de españoles cegatos. ¿Quién se acordará entonces de que ella fue la única que luchó por el bienestar de toda una generación? Porque nadie mejor que Esperanza para hablarles del peligro que suponen los hombres cortos de vista en miras de un provechoso futuro.
Pero no es por el odio que pueda sentir por los hombres cortos de vista, o con barba, o de cualquier otra condición, si no que lo que la mueve es la bondad. Fíjense ustedes si Esperanza es buena y defensora de causas imposibles, que por defender defiende el derecho de los fumadores a poder ejercer su noble vicio en locales cerrados y, si es necesario, llenos de no fumadores, es decir, en cualquier parte o lugar. Y no lo hace por oponerse al Gobierno, como dirán algunos malpensados, que está a punto de aprobar un nuevo proyecto de ley que prohibirá el tabaco en lugares públicos, si no de nuevo por su afán en la búsqueda del bienestar de todos. ¿No será mucho mejor que esos niños mueran de no muy mayores de un buen cáncer de pulmón, a que vivan muchos años, pero en un mundo que apenas alcanzan a vislumbrar?
BORJA MARÍA ZALLANA DE LOS ACEBOS
09/01/2010
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