Crecido por la situación a la baja de José Luís Rodríguez Zapatero, el líder de la derecha, Mariano Rajoy Brey, se nos ha vuelto de nuevo “centrista”. Es errático y piensa que la ciudadanía padece amnesia. Desde que le estallaron, pronto hará un año, varios escándalos consecutivos -la trama Gürtel, los espías de Esperanza Aguirre, la Fundación fantasma [repleta de pasta para campañas electorales], o la trama Matas-, Rajoy y su estado mayor genovés no han hecho más que insultar al ministro del Interior, al presidente del Gobierno, a la Fiscalía Anticorrupción, a policías, a periodistas y a magistrados no manejables como, sobre todo, Baltasar Garzón.
Se han comportado como señoritos mal educados, enrabietados por las acusaciones judiciales contra sus amigos, incapaces de asumir que la culpa era de ellos y no precisamente de los demás. Durante este tiempo, el señorito pontevedrés ha dicho en persona auténticas barbaridades. Otros y otras han repetido idéntica letra y música resaltando que estaban siendo escuchados de forma ilegal por orden de Alfredo Pérez Rubalcaba y que Zapatero nos va conduciendo hacia un sistema totalitario.
La persecución
Han sostenido también que desde la Moncloa se habían dado órdenes de perseguir a los populares hasta exterminarlos políticamente. Francisco Camps –con la complacencia de Rajoy, sus colaboradores y los asistentes, entre lo que descollaba el cacique Carlos Fabra- llegó a decir el 4 de septiembre, en el mitin nocturno de la plaza de toros de Valencia, que el presidente del Gobierno estaba introduciendo en España un “régimen de terror”. En fin, que han reaccionado -frente a su escuadrón de chorizos- como si el PP fuera un partido de derecha radical, cavernario o ultramontano. ¿O es que lo es? Pues si no lo es, lo parece.
Calvario judicial
Y ahora que creen que su calvario judicial está a punto de terminar, que siempre tendrán a mano un juez digamos afín y con escasos escrúpulos, como parece serlo Juan Luis de la Rúa –el presidente del TSJCV- y que a Zapatero pueden abatirlo con relativa facilidad, Rajoy proclamaba ayer sábado en El Periódico de Catalunya que “el PP es hoy un partido abierto a hablar con todo el mundo”, sin caer en la cuenta de que una cosa es hablar y otra, insultar a espuertas. Mientras tanto, sus portavoces difundían que quieren trasladar a los ciudadanos mensajes de “centrismo, moderación y el referente femenino [por la candidatura a presidenta de la Generalitat, Alicia Sánchez-Camacho]”.
Mucha cara dura
Pero el Tribunal Supremo –según adelantamos hace un par de semanas en El Plural- ha reabierto ya el caso del presidente de los trajes gratis total- y veremos qué pasa y cómo acaba esta historia de aves de rapiña, de correas, bigotes, barbas y mucha cara dura. Tanta que el mismísimo Rajoy ha fichado, estos días de fatua felicidad, como asesor a Jesús Sepúlveda, que rebosa gürtel a raudales, hombre de confianza absoluta de José María Aznar. Fue alcalde de Pozuelo de Alarcón y cayó por sus vínculos con la mafia corrupta, receptor de jaguars y fiestas familiares de primera comunión a cargo de los jefes de la chorizada, entre otros episodios de hedor inconfundible y de abundantes pelotazos rellenos de euros.
La derecha pinochetista
Aznar, entretanto, en su gira latinoamericana como presidente de FAES, acudió a Santiago de Chile y apoyó públicamente a Sebastián Piñera, una de las fortunas mayores de Chile, político neoliberal a tope, una especie de Berlsuconi en ciernes, candidato a la presidencia de la República. En las próximas elecciones presidenciales, Piñera será el candidato de la llamada Coalición por el cambio, integrada por la derecha pinochetista. ¿A alguien le puede sorprender que Aznar –el falangista transformado en neocon- respalde a un multimillonario que encabeza a la derecha heredera de aquel dictador sangriento y corrupto? Aznar hizo cuanto pudo para, siendo presidente del Gobierno, salvar al general Augusto Pinochet de Garzón. Se salió con la suya.
Tiempo de tribulación
Así funciona la derecha española. Sus raíces no son democráticas y su conducta habitualmente, tampoco. Fueron franquistas, creyeron que Pinochet había salvado a los chilenos del comunismo y admiraron a George W. Bush. En este tiempo de tribulación para los socialistas, conviene no olvidar la realidad. O sea, lo que está de verdad en juego.
Enric Sopena es director de El Plural
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