“Adiós muchachos, compañeros de mi vida...”
Mariano Rajoy, entre Los del Río y Carlos Gardel
Ayer en Dos Hermanas -eufóricos sin que se les conozca motivo alguno para ello- a los dirigentes y seguidores populares les dio por arroparse con Los del Río y cantar y bailar lo de “Dale a tu cuerpo alegría, Macarena”, según narró en El Plural Juan Luis Valenzuela, coordinador de la edición andaluza de nuestro periódico.
Mientras la Gürtel apunta con su dedo a Mariano Rajoy y a Javier Arenas -junto a otros ya imputados como Luis Bárcenas o Pablo Crespo, ex secretario de Organización del PP de Galicia-, Mariano Rajoy trata de olvidar y procura divertirse con sus entusiastas fans. Distraen sus pesares insultando por doquier, que es su especialidad preferida. Y a vivir que son dos días.
Hace doce años
Los del Río ya protagonizaron otra intensa jornada de inspiración pepera. Sucedió el día 10 de septiembre de 1997, hace pues doce años. TVE organizó un recital, celebrado por la noche en la Plaza de las Ventas, como homenaje póstumo a Miguel Ángel Blanco, que había sido, en julio, brutalmente asesinado por ETA. Pero este pequeño detalle no fue óbice para que José María Aznar y su esposa, Ana Botella, posaran en la Moncloa, sonrientes y alborozados, al lado de Los del Río, cantando y bailando tan felizmente.
Raimon y Sacristán
El otro escándalo en torno al mencionado recital se produjo en la plaza de toros madrileña, rebosante de público, en su mayoría adicto a los genoveses. Además de Los del Río, participaron cantantes, actores y actrices de renombre, algunos conocidos también por su progresismo. Actuó Raimon y fue vilmente abucheado por recordar la dictadura de Franco y cantar en catalán. Algo similar le ocurrió a Pepe Sacristán, cuando leyó el poema de Bertolt Brecht sobre la represión nazi. ¡Los insultos, siempre los insultos acompañando a la derechona!
El centro político
En El Mundo el acto fue comentado por Fernando Lázaro y Arturo Posada con admirable lucidez: “Buena parte de las 15.000 personas que (...) se dieron cita en (...) las Ventas recorrieron el abismo que media entre el centro político que propugna José María Aznar y la intolerancia de la derecha más acendrada”.
Papel para envoltorio
Pero el problema es otro y vale naturalmente para el presente. Aquel centro que propugnaba Aznar era de celofán. O sea, que a lo máximo servía de papel para envoltorio. Cuando obtuvo mayoría absoluta y conoció a George W. Bush, algunos años más tarde, dio definitivamente una patada a su hipócrita centrismo y optó por la intolerancia de las Cruzadas, las invasiones militares y las guerras. Se quitó la careta y el falangista que llevaba dentro salió del armario.
El “moderado”
Ni Aznar fue jamás centrista practicante y coherente ni lo es su sucesor, el “moderado” Rajoy. La actitud de don Mariano frente a la corrupción de la trama Gürtel ha puesto de manifiesto -desde el mes de febrero, cuando estalló el bombazo por primera vez- que dice una cosa y hace la contraria. Se presenta como líder de un partido constitucional y actúa con tics que recuerdan, en cierto modo, a Batasuna. Bajo su mandato, el PP se ha convertido en un partido antisistema. O instalado en la cueva de Ali Babá, respecto a una corrupción generalizada que hizo metástasis y que, en estos momentos, parece una situación más bien insalvable.
Se equivoca
Cada uno se lo monta como quiere y, por tanto, Rajoy es muy libre de negar la mayor –cuando empiezan a emerger pruebas comprometedoras para él- y jalear a Los del Río o alentar a su número dos, María Dolores de Cospedal, para que diga barbaridades y procure pasarle la factura de la Gürtel al Gobierno Zapatero y, muy especialmente, al ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba. Puede hacerlo pero se equivoca.
De tomo y lomo
Le recomiendo a Rajoy, sin embargo, que se vaya olvidando de Los del Río y su Macarena de alegrías carnales y recupere a Carlos Gardel con su “Adiós muchachos, compañeros de mi vida/ barra querida de aquellos tiempos/ Me toca a mí hoy emprender la retirada/ debo alejarme de mi buena muchachada (...)” Más que nada para que se vaya haciendo una idea de la que se le viene encima. Retirarse a tiempo siempre es mejor que acabar como Richard Nixon, otro que no era centrista, sino un reaccionario de tomo y lobo. Sobre todo, lobo.
Enric Sopena es director de El Plural
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