ENCERRÓ A SU HIJA Y A SUS NIETOS
Fritzl consiguió la autorización para remodelar el edificio, pero engañó a las autoridades
Los agentes destacan que la renovación del aire en la habitación es mínima
Actualizado sábado 03/05/2008 19:25 (CET)
EFE
Viena.- Josef Fritzl, de 73 años, planeó y construyó el "calabozo" del sótano de su casa en la localidad austríaca de Amstetten antes de encerrar allí a su hija Elisabeth durante casi un cuarto de siglo, según deducen los expertos, que continúan sus pesquisas en el lugar de los hechos.
"Hizo los planes con antelación. En 1983 ya estaba construido el calabozo", ha explicado Franz Polzer, jefe de la Oficina contra el Delito de Baja Austria. De acuerdo con las declaraciones de Elisabeth Fritzl, de 42 años, fue en 1984 cuando su padre la atrajo hasta el sótano, la golpeó y la maniató, manteniéndola encerrada los 24 años siguientes, en los que la violó sistemáticamente y la dejó embarazada de siete hijos.
Según el agente, Fritzl -un técnico electricista hoy jubilado y en prisión preventiva tras ser detenido el pasado domingo- pidió en su momento la autorización pertinente para reformar el edificio donde tiene su domicilio en Amstetten.
"Los planos que presentó fueron aprobados, pero no incluían las habitaciones que ahora hemos descubierto. Sin embargo, ya estaban construidas en 1983. Fue muy hábil", dijo Polzer en sus declaraciones.
La tesis policial es que, tras obtener la autorización para llevar a cabo la reforma, construyó más de lo permitido, pero tapó luego lo que no estaba en los planos, por lo que en la habitual inspección realizada posteriormente no se descubrió nada. "Imagínese la pared de un sótano y le dicen que ahí se termina. Pero detrás de la pared había más", señaló Polzer. "Es muy complicado de explicar, pero el lunes informaremos a la prensa y presentaremos un plano para que todo se entienda mejor", anunció.
Peores impresiones
Polzer indicó que unos 30 agentes han participado en las pesquisas que se llevan a cabo en el zulo subterráneo y en otras investigaciones, que proseguirán el domingo, aunque con menos personal.
Según la fuente, "lo más importante para nosotros ahora es esclarecer con detalle cómo se construyó este calabozo y analizar todo lo que encontramos en él para averiguar cómo vivían sus habitantes, de lo que disponían y de lo que no disponían".
"Necesitamos a toda costa saber cómo funcionaba el gas, la electricidad. Cómo fueron tratados, si fueron torturados", insistió. A medida que avanzan en sus pesquisas, los agentes tienen una impresión "mucho peor" de cómo fue el suplicio de Elisabeth y sus hijos en el zulo subterráneo de 60 metros cuadrados y 1,70 metros de altura, sin ventanas y con un pequeño ventilador.
"Han sobrevivido, pero están todos enfermos. Nunca fueron vistos por un médico. Todos tienen problemas con la dentadura", dijo Polzer.
La renovación del aire en ese lugar es mínima y, de hecho, los expertos que efectúan las investigaciones necesitan hacer pausas para salir a tomar el aire. Mientras, prosiguen los interrogatorios a vecinos, familiares e inquilinos del edificio de la casa de los Fritzl. Elisabeth tuvo a sus siete hijos en el zulo subterráneo y todo apunta a que los pequeños presenciaron las violaciones de su madre por parte de su padre-abuelo, así como los partos.
A tres de los pequeños los depositó Josef cuando tenían pocos meses de edad delante de su casa, junto a una carta de la madre, para simular que ella, supuestamente en una secta desconocida, los abandonó para que los abuelos se hicieran cargo de los niños.
Los otros tres vivieron hasta hace pocos días encerrados bajo tierra con su madre, mientras que un séptimo bebé murió al poco de nacer y su cuerpo fue incinerado por su padre-abuelo en una caldera de calefacción.
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